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142 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />
monarca ese derecho de clase. Los caballeros eran, a menudo, descendientes<br />
de aquellos que habían luchado en las guerras de la reconquista<br />
de España por los árabes o de los que habían pertenecido a las<br />
órdenes militares de las Cruzadas de los siglos XI y XII, en especial los<br />
de la Orden de Santiago. Adquirían su investidura de manos del rey o<br />
su delegado, en ceremonias solemnes en las cuales el monarca les daba<br />
el «espaldarazo», ritual después de haber cumplido con el deber de<br />
velar sus armas la noche anterior a la ceremonia de investidura. Cervantes<br />
nos relata con donosura, la forma como don Quijote se hizo caballero<br />
andante, en el tercer capítulo de la obra.<br />
Los hijos de los caballeros solo podían conservar el título si recibían<br />
a su vez la investidura de sus padres; estaban exentos de impuestos y<br />
eran los personajes favoritos de las leyendas y hazañas, minuciosamente<br />
relatadas en los libros de caballería, cuya permanente lectura podía<br />
conducir a la locura, como parecía haberle ocurrido a don Alonso<br />
Quijano el bueno al transformarse en don Quijote.<br />
En el tercer lugar se ubicaba la clase de los hidalgos, muy numerosos<br />
en aquellos días; pertenecían ellos a la baja nobleza y obtenían sus<br />
títulos por méritos personales o los heredaban por tener sangre noble<br />
o por comprarlos al rey, para lograr ascender en el estrato social. El<br />
Diccionario de la lengua española señala una docena de distintas clases<br />
de hidalgos la mayor parte de los cuales, eran extremadamente<br />
pobres. Sus títulos no se heredaban y se perdían con facilidad por motivos<br />
incluso baladíes.<br />
En un grupo inferior se situaban los campesinos que vivían en las<br />
zonas rurales, pagaban impuestos y aspiraban a ascender en la escala<br />
social. Más abajo los miembros de la milicia real, los letrados, los artesanos,<br />
y en último lugar el hampa o germanía a la que hace alusión<br />
Cervantes, en la segunda parte de la obra.<br />
La población de la península ibérica era, en aquellos días, de ocho o<br />
nueve millones de habitantes; la ciudad más populosa era Sevilla que<br />
contaba con noventa mil almas, en tanto que la capital del reino, Madrid<br />
o Valladolid, no superaba los treinta o cuarenta mil habitantes.<br />
Una vez consagrado caballero, don Quijote, dio comienzo a la primera<br />
de sus tres salidas en busca de aventuras, en las que cumpliría,<br />
cabalmente, los ideales de los caballeros andantes, que recorrieron los<br />
campos europeos durante dos o tres centurias. Cervantes no se empe-