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134 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA
Cuando conocieron a la bella, cantaron en su loor poetas y escritores
como Carlos Arturo Torres, Rubén J. Mosquera, Federico Rivas Frade,
Julio Flórez, Julio N. Galofre, Antonio Quijano Torres, J. N. Montañez,
Teodoro Ladrón de Guevara, Julio Áñez y Luis M. Teherán. Todos sus
poemas fueron publicados como saludo de admiración a su belleza, a
su talento y simpatía, pero en cada poesía, se adivinaba el nombre de
Alejandro, el aplauso a su amor, y los deseos de sus amigos por su
dicha futura.
Federico Rivas Frade había improvisado al verla:
Dios pudo hacerla tan bella,
porque era Dios quien la hacía;
mas nunca la fantasía puede llegar hasta ella
ni entre cendales de estrellas
ni entre jirones del día...
Las bandas nacionales ejecutaron también en las conocidas retretas
dominicales en la capital, los poemas/canciones de Alejandro dedicadas
a la novia, como Serenata y el vals Julia. Y la víspera de que ella
regresara a casa de su abuela, se estrenó en Bogotá, como despedida,
aquella canción de la propia autoría del enamorado, que tan popular
se hizo más tarde: Asómate a la Ventana:
Asómate y si te miro
mi ardiente amor te confieso,
en el vaivén de un suspiro
y en el murmullo de un beso…
Cuando la joven regresó a Chiquinquirá, Alejandro comenzó con
los preparativos para el sueño de su boda con Julia, joven descrita con
estas palabras por algunos periódicos de la época:
La boca maravillosamente delineada, alta y delgada, los ademanes distinguidos
y la abundante y rizada cabellera color caoba con tonos
rojizos. En sus facciones se retrata fielmente la raza española de la
cual desciende...
Alejandro le había enviado, a nombre de los poetas colombianos,
un ramo de camelias, magnolias y lirios del Japón, atado con una cinta
en cuya tarjeta se destacaba un mensaje escrito en letras doradas: