96 BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA duras. Que Nicaragua envió a España, siendo el rey don Alfonso, el árbitro que debía resolver, definitivamente, en el asunto en cuestión. El ministro Medina, era el jefe de la Comisión; pero nunca nos presentó oficialmente ni contaba, ni quería contar con nosotros para nada. Vargas Vila tiene sobre esto una documentación inédita que algún día ha de publicarse. El fallo del rey de España, no contentó, como casi siempre sucede, a ninguna de las partes litigantes, y eso que Nicaragua tenía como abogado nada menos que a don Antonio Maura. La poca avenencia del ministro Medina conmigo hizo que yo me resolviese a hacer un viaje a Nicaragua» (Darío por Darío, www). Era el año de 1900, Rubén Darío llegó a la Gran Exposición de París desde Argentina, y José María Vargas Vila desde Roma, donde ahora era embajador del Ecuador. Estando hospedado donde la señora Smith de Hamilton, esta invitó a admiradores de Darío para una velada en su hogar. Mientras las comensales repetían versos de la Sonatina y esperaban que el poeta hablara, Darío solo sonreía y durante toda la velada, solo habló con monosílabos. Según Vargas Vila: «Darío apareció ante nosotros, ya fantasmal y enigmático; era aún joven, bien plantado, la mirada genial, el aire triste; todas las razas del mundo, parecían haber puesto su sello en aquella faz, que era como una playa que hubiese recibido el beso de todas las olas del océano; se diría que tenía el rostro de su poesía, oriental y occidental, africano y nipón, con una perpetua visión de playas helenas, en las pupilas soñadoras; y apareció como siempre, escoltado del silencio, era su sombra; el don de la palabra le había sido concedido con parsimonia, por el destino; el de la elocuencia le había sido negado; la belleza de aquel espíritu, era toda interior y profunda, hecha de abismos y serenidades, pero áfona, rebelde a rebelarse, por algo que no fuera, el ritmo musical, y, el golpe de ala sonoro; su vida toda estaba en aquellos ojos taciturnos, de internos horizontes desmesurados, donde parecía flamear una cordillera de volcanes, con las llamas atemperadas por el humo de sus propias exhalaciones» (Vargas Vila, 1917, 22-23). Así era realmente Rubén Darío; esta descripción es un buen y auténtico retrato. En Roma, Darío conoce mejor a Vargas Vila y de él nos dice en su autobiografía: «Vargas Vila, que ha pasado muchos años de su vida en Italia, país que ama sobre todos, se encontró conmigo en Roma. Fuimos íntimos en seguida, después de una mutua presentación, y no siendo él noctámbulo, antes bien persona metódica y arreglada, pasó
HOMENAJES 97 conmigo toda esa noche, en un cafetín de periodistas, hasta el amanecer; y desde entonces, admirándole yo de todas veras; hemos sido los mejores camaradas en Apolo y en Pan» (Darío por Darío, www). Este episodio también es relatado con más detalles por Vargas Vila en las páginas 38 a 41 de su libro Rubén Darío. Referencias Dario por Darío, www = Darío, Rubén. La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, Biblioteca virtual universal, en http://www.poderjudicial.gob.ni/centenario-dario/pdf/autobiografia.pdf Epistolario 19 = Tannenberg, Boris de. “Cuervo íntimo” en Epistolario de Rufino José Cuervo con Alfred Morel-Fatio, Gaston Paris y otros hispanistas de lengua francesa. Edición, introducción y notas de Mario Germán Romero, Archivo Epistolar Colombiano, tomo 19, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987, pp. 338-352. Vargas Vila, José María. Rubén Darío, Madrid, V. H. de Sanz Calleja-Editores, 1917, en https://archive.org/details/rubndaro00varg