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POSESIONES 135
Julia,
Blanca como tu pureza,
esta cinta perfumada también ató,
hace poco, la corona de laurel en mi cabeza;
pero ante tan excelente belleza de diosa…
¿pudiera haber mejor fin para este bardo feliz
que ver su propio laurel a tus pies, niña preciosa?
Alejandro
Mientras el joven enamorado soñaba desde la distancia a Julia, Ernesto
Rasch de la Torre se hacía presentar en la casa de la familia del
padre de Julia en Chiquinquirá, y se dedicaba a poner cuanto estuviera
a su alcance, para ganarse el cariño de la doncella.
La tía Belén Fernández, encargada de vigilar y preocuparse por el
bienestar de sus sobrinas, escribe una carta al padre de la joven:
Julia me ha enloquecido con su manejo... ni represiones ni
consejos ni súplicas le bastan, y mantiene correspondencia
con Alejandro Flórez. ...
Y, por último, durante las visitas de Rasch, joven que sí la
quiere de verdad, lo desprecia y lo desaira, y yo no puedo
contener ese torrente desbordado...
Un amigo íntimo de Rasch me contó ayer, que se había
atrevido a decirle a Julia lo que pensaba de Alejandro, y en
agradecimiento, Julia le contestó que Alejandro vendría y
que castigaría a todo el que lo ultrajara.
Lo espero pues muy pronto, mi querido hermano.
Belén
El doctor Fernández, padre de Julia, escribe una orden perentoria a
su hija, antes de emprender el viaje de Garagoa a Chiquinquirá:
Sé que un joven Rasch la pretende; acéptelo en el acto. Este
joven es de mejor, y mil veces, posición social que Alejandro
Flórez, que es un calavera, y amigo de todas las mujeres… y que
la hará a usted desgraciada.