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BOLETÍN DE LA ACADEMIA COLOMBIANA<br />

Hay temas que no abandonaron jamás la extensa obra de Shakespeare<br />

y que son cruciales para su empresa, de reconciliar al género humano<br />

con su naturaleza: el sueño, el pecado, las pasiones oscuras, el amor<br />

visceral, el poder, la miseria de la existencia humana, entre otros; todo<br />

sumergido en un bosque de símbolos, retruécanos, neologismos y cuanta<br />

figura literaria quiera decorarse en la escenografía.<br />

En cuanto a su origen mucho se dice. Hay quienes piensan, absurdamente,<br />

que el teatro era cosa solamente de aristócratas y lo enlistan en<br />

sus filas, lo reclaman como propio, pero Shakespeare es universal como<br />

su obra. Otros, aferrados a la idea de su extrema pobreza, lo muestran<br />

como el hombre que superó sus infortunios, para convertirse en el paso<br />

obligado de cualquier lector y de una clase media que lo reclama como<br />

su suyo. Todas las clases quieren tener algo que ver con este gran escritor,<br />

todos lo reclaman más allá de sus fronteras. Hasta su sexualidad ha<br />

sido puesta en duda de la forma más machista, juzgando su sensibilidad.<br />

El primer sacrilegio que identificamos, tiene que ver con que su lápida<br />

«ya fue borrada», porque nadie se ha atrevido aún, después de cuatrocientos<br />

años, a hacerse acreedor de tamaña maldición grabada sobre<br />

la lápida, pues sus huesos siguen sin ser exhumados. Todavía se habla<br />

de escritos enterrados con él y de un cuerpo sin calavera. Estas dos son<br />

teorías sin comprobar, aunque la humanidad estará siempre expectante,<br />

aguardando por el valiente que decida comprobar, si este mito llamado<br />

Shakespeare, es capaz de arruinarle la vida a un pobre mortal.<br />

Sin embargo, pusimos sobre la mesa la idea de que «su calavera ya<br />

fue removida». De eso se puede dar fe porque, aunque nadie la haya<br />

movido de su puesto material, el mismo Shakespeare, de tantos<br />

sacudones, ya lo hubiera hecho, al enterarse de las acusaciones que<br />

recayeron sobre él, de haber robado las obras de Marlowe, su rival de<br />

temporada. Le atribuyen su éxito inspirador a la marihuana y a la cocaína<br />

hasta tal punto, que científicos de todas partes del mundo han<br />

investigado las pipas donde fumaba. De esos escrutinios se ha comprobado,<br />

según ellos, la influencia de la química sobre la literatura.<br />

La obra, a la que debe su extensa fama, no está exenta de estudios y<br />

conjeturas que, con escasa información, atribuyen a Edward de Vere<br />

(conde de Oxford); incluso a Francis Bacon quien, según dicen, se ocultaba<br />

en el pseudónimo de Shakespeare, como una clave masónica para<br />

publicar sus sonetos y dramas. Era apenas lógico, que Oxford lo quisiera<br />

de mentor de sus filas de intelectuales, pero, ¿Francis Bacon?

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