Informe del CG - IFAD

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Declaración inaugural pronunciada por el Excelentísimo Señor Oscar Luigi Scalfaro,
Presidente de la República Italiana
El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, que, en este mundo de fórmulas y siglas,
llamamos FIDA, cumple 20 años.
Le felicito, Señor Presidente Fawzi Al-Sultan, y le saludo con particular admiración y
amistad; felicito a los señores Gobernadores, que representan a los distintos Estados del mundo; y
dirijo un saludo a todos los aquí reunidos en asamblea.
Este año se conmemora el quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de
Derechos Humanos promulgada por las Naciones Unidas. Estas celebraciones nos invitan a
reflexionar sobre la labor que incumbe al conjunto del sistema de las Naciones Unidas y, sobre todo,
a las cuatro organizaciones, con sede en Roma, que se ocupan de la agricultura y la alimentación,
para que puedan redoblar sus esfuerzos encaminados a erradicar el flagelo del hambre y la
malnutrición en el mundo, con el objetivo de lograr la seguridad alimentaria de toda la población del
planeta.
Las organizaciones que, si bien con competencias específicas, desarrollan su actividad en el
mismo gran sector y con el común objetivo de servir a la humanidad, a los pueblos que padecen el
mismo terrible sufrimiento ... ¿Es indispensable que estén articuladas en cuatro entidades?
¿Es indispensable?
¿Tenemos presente que todo aumento, toda multiplicación organizativa puede restar, como de
hecho resta, recursos al objetivo primario? ¿Lo tenemos presente?
¿Somos conscientes de que las organizaciones internacionales, en el curso de los años, han
crecido excesivamente, incluso en perjuicio de la eficiencia?
Éstas son observaciones que podrán considerarse inoportunas, pero es una reflexión que me
siento obligado de hacer y que se basa en constataciones dignas de consideración.
Es inaceptable, porque atenta contra la dignidad humana, que más de 800 millones de
personas sigan, todavía hoy, padeciendo hambre y malnutrición.
La comunidad internacional tiene el concreto deber moral y político de mejorar las
condiciones de vida de millones de personas para que superen la línea de pobreza.
He dicho comunidad internacional. Éstas son fórmulas, expresiones, que me preocupan,
porque en ellas todos somos actores y responsables, pero también y, al mismo tiempo, espectadores y
no responsables.
¡La Comunidad!
¡No, no! Tenemos un deber moral y político preciso para con quienes viven en la injusticia.
Nosotros, yo: sí, yo. Tengo el deber moral y político; pero este yo, honestamente, creo que
debería repetirlo cada uno de nosotros. ¡La responsabilidad es personal!