Informe del CG - IFAD

Hambre y pobreza
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El objetivo de aumentar la seguridad alimentaria de las comunidades pobres, que es común a
los tres organismos, es un elemento fundamental para vencer el hambre y la malnutrición que con
tanta frecuencia se transmite de una generación a otra. Todos reconocen que la pobreza es una de las
causas del hambre, pero pocos se dan cuenta de que el hambre contribuye a perpetuar la pobreza.
Robert Fogel, Premio Nobel de Economía, ha demostrado los efectos que una mejor nutrición
tiene sobre el crecimiento económico. Calcula, por ejemplo, que casi un tercio del aumento de los
ingresos per cápita de Gran Bretaña durante los últimos doscientos años puede atribuirse a una mejor
nutrición de la fuerza de trabajo. En un estudio tras otro, en la India, en Sierra Leona, en el Brasil y
en Sri Lanka, se ha mostrado la existencia de un claro nexo entre la situación nutricional y la
productividad, y también estos factores y los ingresos de los trabajadores.
El poner término al ciclo generacional del hambre transmitida de madre a hijo se ha
convertido en una orientación prioritaria de nuestra labor. Se trata de un aspecto crítico de nuestro
enfoque - un enfoque más “orientado hacia las personas” - para ayudarlas a avanzar en su vida y a
lograr un medio de subsistencia sostenible, a fin de no dejar el hambre y la pobreza como legado a
sus hijos.
Un enfoque sostenible destinado a poner fin al ciclo intergeneracional del hambre comporta
hacer participar a las mujeres y a las madres. Las mujeres producen más del 60% de los alimentos en
Asia y un 80% en África, la única región en la que las proyecciones indican que la malnutrición
aumentará entre los niños en los dos próximos decenios. Al orientar concretamente las actividades en
beneficio de las madres, en particular, confiamos en poder poner fin al crecimiento retardado, a la
predisposición a las enfermedades y al deterioro intelectual que marca trágicamente la vida de tantos
niños y los condena a una existencia caracterizada por la pobreza.
El crecimiento económico servirá de gran ayuda, al igual que un mayor volumen de
investigaciones agrícolas, mejores servicios de extensión, semillas y fertilizantes. Sin embargo, todo
esto no basta. Necesitamos un crecimiento con equidad y un crecimiento que no comporte
discriminación en función del género. El hambre no podrá vencerse sencillamente mediante un
aumento del producto nacional bruto o de la producción alimentaria; las personas pobres y, en
particular, las mujeres pobres, deben tener acceso a los alimentos. Tenemos que invertir en las
personas - en una buena nutrición para ellas, en su salud, en su educación - y tenemos que invertir
asimismo en medios que permitan mejorar sus condiciones de vida.
Uno de los motivos de que estemos hoy aquí en esta celebración en el FIDA es que, durante
los dos últimos decenios, éste ha sido uno de los pocos organismos que ha reconocido plenamente
esos hechos, al prestar ayuda a los pequeños agricultores, las mujeres y la población rural pobre,
dando un ejemplo extraordinario con sus exitosas actividades en todo el mundo.
Como ha señalado el Presidente Al-Sultan en su alocución, hemos visto de cerca cómo ese
tipo de actividades ha transformado las vidas de las personas.
Hace unos años, por el medio rural de Bangladesh con los Jefes Ejecutivos de los organismos
miembros del Grupo Consultivo Mixto sobre Políticas (GCMP). Hablamos con las mujeres que a la
sazón tenían sus propios negocios y habían mejorado sus condiciones de vida. Vimos que esas
mejoras eran la consecuencia directa del apoyo proporcionado por los préstamos del Fondo, la ayuda
alimentaria del PMA para costear actividades de capacitación, los centros de salud del Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia, el asesoramiento en materia de planificación de la familia prestado
por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y el mejoramiento de la infraestructura logrado