Informe del CG - IFAD

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ha encomendado y en las necesidades de nuestros clientes, las poblaciones pobres. Ha sido a mi
juicio la amplitud de sus conocimientos y experiencia lo que realmente ha hecho del Fondo un
instrumento eficaz para combatir la pobreza y el hambre, y lo que ha determinado el éxito de nuestros
esfuerzos de reforma.
Ya hemos recogido algunos de los frutos de esas reformas. Por ejemplo, nos enorgullece el
hecho de que, entre 1992 y 1997, el Presupuesto Administrativo del FIDA y los costos de elaboración
de los proyectos se han reducido en más de una cuarta parte. En el mismo período, el Programa de
Labores de la Organización - es decir, los proyectos que ejecutamos - se ha ampliado en casi un
tercio. "Conseguir más con menos medios" seguirá siendo nuestro claro lema en los años venideros.
Señor Presidente:
Más de 1 200 millones de seres humanos siguen viviendo en condiciones de pobreza
absoluta, es decir, un número superior a la entera población del mundo a comienzos del siglo XIX. Se
está expresando creciente preocupación en el sentido de que es necesario reducir esa cifra, pero al
mismo tiempo ha ido disminuyendo la asistencia para el desarrollo, en particular la destinada a la
agricultura. Con todo, la mayoría de los pobres, tal vez no menos del 80%, viven y procuran su
sustento mediante las actividades agrícolas y otras ocupaciones rurales. En el actual contexto, con la
globalización, la liberalización interna y la creciente dependencia respecto de un desarrollo basado en
el mercado, se plantea un nuevo dilema que afecta directamente a la población pobre.
En efecto, las reformas están brindando nuevas oportunidades y abriendo un nuevo ámbito
para la acción de las instituciones de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, así
como de los agentes privados. No obstante, los mercados escasamente desarrollados no suelen
favorecer a los sectores débiles. Existe pues el grave peligro de que, si no se dota a los grupos pobres
de los conocimientos y aptitudes necesarios y se les facilita acceso a los servicios de producción, las
actuales reformas puedan empobrecer ulteriormente a los grupos de bajos ingresos de Asia, África y
otras regiones, en lugar de mejorar sus condiciones de vida.
A mi juicio, el enfoque innovador de la lucha contra la pobreza que el FIDA ha elaborado en
sus dos décadas de labor y las reformas que hemos realizado en los últimos cuatro años, nos colocan
en una buena posición para ayudar a superar ese dilema.
En el marco de nuestro enfoque se ha considerado en todo momento a los pobres rurales
como productores en un contexto de mercado. Hemos perseguido constantemente el objetivo de
promover las condiciones características de lo que hemos llamado un microentorno propicio para los
grupos pobres, en el cual éstos puedan desenvolverse sobre una base justa y equitativa en el ámbito
del mercado. Este enfoque tiene hoy día incluso mayor validez a medida que se manifiesta en forma
creciente el recurso a los procesos del mercado junto con una correlativa cesación de los servicios a
cargo del Estado.
Al mismo tiempo, estas circunstancias nos inducen a valorar aún más e incluso reforzar
algunos de los elementos de nuestro enfoque de la pobreza y la seguridad alimentaria de la familia.
El FIDA ha desempeñado una función pionera en lo concerniente a promover y llevar a
efecto el concepto de la participación de los pobres. En el marco de nuestra nueva estrategia
institucional tenemos el propósito de avanzar ulteriormente por esta vía y de llegar a una plena
asociación con los pobres y las agrupaciones comunitarias y otras instituciones de la sociedad civil
que los representan. Desde hace mucho tiempo venimos recabando la colaboración de esas
organizaciones en el diseño y ejecución de nuestros proyectos; estamos considerando ahora la