Informe del CG - IFAD

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rendimientos agrícolas. Otros han podido adquirir una vaca, cabras o gallinas, o dedicarse a trabajos
de artesanía o iniciar actividades comerciales y microempresas. La forma eficaz en que han utilizado
los préstamos y las excelentes tasas de reembolso han demostrado que los pobres son de hecho
solventes, una idea que, hace veinte años, habría parecido inaudita a muchos.
Los préstamos individuales en el marco de los proyectos del Fondo son de pequeña cuantía,
por lo general, de unos doscientos dólares en cada caso. Con todo, en los veinte años transcurridos,
esos proyectos han facilitado microcrédito por un valor superior a cuatro mil millones de dólares,
beneficiando a unos cincuenta millones de personas pobres. Escuchemos la voz de uno de nuestros
clientes - Sembayee - una participante de 50 años de edad en el Proyecto de Promoción de la Mujer
en el Estado de Tamil Nadu, financiado por el FIDA en la India.
“Me uní al grupo de ahorro hace cuatro años y tuve la posibilidad de obtener un préstamo de
USD 285 para abrir una tienda de comestibles. Reembolsé el préstamo y el dinero que gano
lo estamos utilizando para construir una pequeña casa. Gracias al proyecto he aprendido
muchas cosas: a leer y escribir, y también a ir al banco y a la oficina de la administración
pública. Gano dinero todos los días y tengo más confianza en mí misma. Estoy segura de que
el futuro será bueno.”
El crédito es un poderoso instrumento para combatir la pobreza. Sin embargo, no es de por sí
ninguna panacea. Para producir un impacto real tiene que ir unido al acceso a los servicios de
extensión y a una mejor tecnología, así como a mercados justos y equitativos.
Hace veinte años, en las investigaciones agrícolas se daba prioridad a las tecnologías y
cultivos apropiados para los productores agrícolas que disponían de recursos y para los agricultores
comerciales. Por otra parte, en los modelos de extensión existentes a la sazón se solía pasar por alto a
los agricultores minifundistas y a los pequeños productores rurales, concentrándose al contrario en
los grandes agricultores que tenían tierras fértiles de regadío y otros bienes. Para hacer frente a esta
situación, el FIDA concedió donaciones de asistencia técnica encaminadas a respaldar la
investigación sobre los cultivos alimentarios que producían los agricultores pobres y para combatir
las plagas que representaban un serio peligro para éstos, como la chinche harinosa de la mandioca, la
langosta del desierto y la mosca del gusano barrenador del ganado.
También contribuimos a elaborar sistemas participativos de extensión en favor de los pobres.
En estos sistemas, los extensionistas suelen vivir en la propia localidad donde trabajan, interactuar
con los grupos de agricultores pobres, determinar las limitaciones con que se enfrentan éstos y
ofrecerles distintas posibilidades para resolverlos. Los problemas con que tropiezan los campesinos
también pueden ponerse en conocimiento de las instituciones de investigación, las cuales se esfuerzan
en lograr soluciones apropiadas. Este enfoque promueve los sistemas de extensión basados en la
demanda de los usuarios, en cuyo marco los agricultores pobres han intervenido en forma decisiva en
la selección de las tecnologías, cultivos y métodos que mejor se ajustan a sus condiciones. Los
agricultores han considerado tan útiles esos sistemas de extensión que, en proyectos recientes, por
ejemplo uno en el Paraguay, los campesinos locales se han mostrado dispuestos a pagar una
proporción creciente de los sueldos de los extensionistas. Esa participación en los costos no
solamente reduce la carga sobre los presupuestos de las administraciones públicas sino que también
permite a que los sistemas de extensión satisfagan en mayor medida las necesidades de los
agricultores.
Naturalmente, el agua es una limitación perenne, sobre todo en las zonas semiáridas y de
tierras secas. También en este caso ha contribuido el FIDA a modificar el enfoque existente que se
centraba en presas y sistemas de riego de gran magnitud.