Informe del CG - IFAD

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Las sociedades civiles vitales tienden a mitigar la marginación y a alejar el espectro del
conflicto. En cierto modo, en esas sociedades las personas son pobres únicamente en términos de
dólares per cápita pero poseen un tipo de riqueza que los economistas clásicos no pueden aprehender:
el “capital social”. Este concepto abarca valores como la confiaza, la solidaridad, la reciprocidad y la
armonía.
Por el contrario, en la historia contemporánea, cuando se han desintegrado esas prácticas
ancestrales, cuando la sociedad está dividida por lealtades divergentes a centros de poder enfrentados,
cuando, por así decirlo, una “ordenación vertical” sustituye a la “ordenación horizontal”, las
consecuencias de la pobreza en términos monetarios se ven agravadas por la privación de “capital
social”.
En la mayoría de los casos, a esa situación sigue la violencia. Ésta ofrece oportunidades para
nuevas formas de desestabilización en las que el caos es manipulado por grupos de intereses
especiales, a fin de conformar una nueva economía política que sirva tan sólo a sus fines.
A diferencia de la actual crisis financiera en Asia, que ha suscitado una sorprendente
capacidad de captación de recursos por parte de los gobiernos de la OCDE, a los países menos
adelantados de África no se les ofrece una respuesta similar. Existe al parecer una infravaloración de
las consecuencias desestabilizadoras a nivel internacional de la pobreza aguda o de su “lluvia
radioactiva”, por emplear una analogía nuclear apropiada.
4. Algunas repercusiones en materia de política:
Citaré brevemente dos sectores en los que merecería la pena hacer un estudio en profundidad.
En primer lugar, es preciso realizar investigaciones sobre la nueva esfera de la dinámica de la
pobreza en el contexto de la mundialización. Por ejemplo, la comprensión de los efectos de las crisis
financieras sobre los pobres y la introducción en las políticas adoptadas para hacer frente a esas crisis
de una evaluación del impacto sobre la pobreza son sectores prioritarios de investigación. Ello podría
justificar una actualización por el FIDA del informe sobre el estado de la pobreza rural en el mundo.
En segundo lugar, el debate sobre la liberalización gira en torno a la importancia relativa de
dos elementos interesados, el Estado y el Mercado. Esto deja fuera al tercer y más importante grupo
interesado, los miembros de la sociedad civil, que son quienes en realidad constituyen el capital
social de una nación.
Para poder erradicar la pobreza, deben introducirse cambios institucionales encaminados a
redefinir el papel del Estado en relación con los otros dos agentes. Los Estados deberían promover un
entorno propicio no sólo para el mercado, sino también para la sociedad civil.
A tal fin, no pueden prescindir de la cooperación y el apoyo de las ONG y las organizaciones
comunitarias.
El sistema de las Naciones Unidas mismo debería centrarse en mayor grado en las personas,
en consonancia con la declaración con la que comienza la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros,
los pueblos de las Naciones Unidas ...”. Lo que se necesita rebasa la actual retórica sobre la
cooperación con las ONG en la que éstas se limitan a ejecutar los proyectos que defina el organismo
de las Naciones Unidas de que se trate.