Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 109<br />
Chieko llorosa, compungida y avergonzada, diciéndole: “No es necesario<br />
pedir disculpas”. Chieko lleva la mano de él a sus mejillas y<br />
la besa. Ha dejado de llorar, pero, ensimismada, parece que estuviera<br />
en otra parte. Luego toma el anotador y escribe. Dobla la nota<br />
cuidadosamente y se la entrega a Mamiya, pero cuando él intenta<br />
leerla, Chieko, colocándosela en el bolsillo superior del saco, le expresa<br />
su deseo de que la lea luego. Mamiya se levanta para irse, ella<br />
le devuelve su sobretodo, quedándose nuevamente desnuda. Él, le<br />
acaricia la mejilla con su mano izquierda, enjuga con el dedo pulgar<br />
una de sus lágrimas y se encamina hacia la puerta.<br />
mi hija la encontró<br />
El teniente Kenji Mamiya y Yasujiro Wataba se cruzan en la<br />
planta baja en el hall de entrada. El portero dice: “Sr. Wataya, este<br />
oficial lo ha estado buscando”. En la conversación que entre ellos<br />
prosigue se aclara la cuestión que la policía necesitaba saber acerca<br />
del rifle. Al despedirse, el teniente Mamiya le dice a Yasujiro:<br />
“Su hija me contó… de su mujer en el balcón. Lo siento mucho”.<br />
“¿Cuál balcón?”, pregunta Yasujiro. “De cómo su esposa se suicidó<br />
saltando del balcón”, responde Mamiya. Yasujiro suspira pensativo,<br />
y luego se acerca al detective para decirle: “Mi esposa jamás saltó<br />
del balcón. Ella se dio un tiro en la cabeza. Mi hija fue la que la<br />
encontró. Ya se lo he explicado a la policía muchas veces. Dejen de<br />
molestarnos con eso”. “Perdóneme –dice Mamiya– no volveremos<br />
a molestarlo”.<br />
Yasujiro entra en su casa, camina lentamente, apesadumbrado,<br />
y viendo que una de las puertas ventanas del living está abierta, sale<br />
al enorme balcón que envuelve el salón. En un extremo, apoyada<br />
sobre la baranda, ve a su hija desnuda que, de espaldas, está mirando<br />
hacia fuera. Se acerca, caminando siempre con la misma lentitud<br />
y, en silencio, se para a su lado mirándola acongojado en la cara,<br />
sin saber qué decir. Chieko también lo mira, y luego de un instante<br />
interminable, extiende su brazo y toma la mano que su padre no