Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 59<br />
ción de una primitiva combinación de miedo y odio que ha llegado<br />
a ser insoportable. Nuestra investigación sobre los significados<br />
inconscientes de los trastornos hepáticos nos llevó a pensar que el<br />
asco, la repugnancia y la náusea – frecuentes en las enfermedades<br />
hepáticas– configuran un estado de penuria frente al cual la utilización<br />
de los mecanismos digestivos afines a la envidia representa<br />
una esperanza. Pero se trata, claro está, de una esperanza cuya meta<br />
culmina finalmente en la incorporación. No es lo que vemos cada<br />
vez que en la convivencia cotidiana tropezamos con los efectos de<br />
la malsana envidia en su forma más típica, que suele agotarse en el<br />
mero placer de destruir sin aparente beneficio. Frente a ese ataque,<br />
que busca “digerir” lo apetecido renunciando al intento de ingerirlo,<br />
subsiste entonces la pregunta: ¿cuál es el intersticio por donde la<br />
esperanza tan frecuentemente huye?<br />
No ha de ser casual que la melancolía reciba su nombre de la<br />
bilis “negra”, que es el color de la bilis que –coartada en la prosecución<br />
de sus fines– se estanca en la vesícula, acumulándose como<br />
un “barro” espeso. De modo que, contemplando la melancolía,<br />
podamos tal vez espiar el crecimiento que transforma a la envidia<br />
en un gigante verde que vive impregnado de reconcentrada amargura,<br />
destilando su rencor hasta convertirlo en un espíritu de hiel.<br />
Recordemos que la melancolía se caracteriza, muy especialmente,<br />
por dos fenómenos típicos: los autorreproches y una forma particular<br />
de lamento que procura extorsionar al entorno. En ambos<br />
fenómenos, encontramos la disconformidad con lo que se ha logrado.<br />
Pero, sobre todo, nos encontramos con un categórico rechazo<br />
a conformarse con menos de lo que se pretende, unido a<br />
una fuerte convicción –que permanece inconsciente– de que no<br />
se poseen los méritos necesarios para poder obtenerlo. Se establece<br />
de este modo, dentro de una vida que se apuesta toda, tercamente,<br />
en una sola carta, un círculo vicioso que se realimenta a sí mismo<br />
aumentando la pretensión que se destila en veneno, en la medida<br />
en que disminuye la autoestima, y generando –como contrafigura<br />
del sufrimiento melancólico– un ideal inalcanzable, terco, que