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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 143<br />

en primera instancia, hubiera podido suponer– en otra longitud de<br />

onda. Como producto de un sentimiento de desolación que arrastra<br />

vestigios de pánico, aún insiste, desesperadamente, en encontrar<br />

algún alivio aceptando la cercanía amigable de una Roberta que<br />

puede darle de comer en la boca. Pero su intento, ingenuo y patético,<br />

fracasa porque no puede tolerar la perversión de la madre de<br />

Randall, que lo irrita y lo apabulla arrollándolo como un torbellino.<br />

En la boda, asistido todavía por el opiáceo que ella le ha dado, se ve<br />

obligado a pronunciar un discurso que contiene una combinación<br />

de lugares comunes, en la cual no puede decirse que algunos de los<br />

conceptos habituales y convencionales falta. Pero, su discurso contiene<br />

también una ironía que los oyentes, oscilando entre la emoción<br />

sentimentaloide y una molesta inquietud, a medias intuyen.<br />

Ese discurso de Warren tiene todo el significado de una despedida<br />

que, con mayor frecuencia cada vez, se hace presente en su conciencia.<br />

La despedida de una vida pasada que ahora, inexorablemente,<br />

se ve forzado a reconocer, a su pesar, como irrecuperable.<br />

La necesidad de inter-essere<br />

Cuando en el camino de regreso Warren retoma su conversación<br />

con Ndugu, la primera frase que dice: “Te dará gusto saber que la<br />

boda de Jeannie salió perfecta”, parte del Warren “convencional”.<br />

En la segunda: “Están camino al soleado Orlando, a costa mía, por<br />

supuesto”, aparece el Warren enojado, apenado y resentido con una<br />

hija que le pide ayuda pero que no escucha sus consejos. Pero, a partir<br />

de allí la carta cambia. Warren le cuenta que irá directo, con una<br />

sola parada, hacia Omaha. Podemos pensar que es allí a donde desea<br />

y deberá volver para cerrar las heridas que, sangrando, retienen sus<br />

fuerzas. Esa necesidad de Warren, de volver directamente a su casa,<br />

marca un cambio en el proceso de duelo por la pérdida simultánea<br />

de su trabajo, de su mujer y, en parte, también por el casamiento<br />

de su hija. La primera manifestación de ese cambio es la ironía<br />

escondida en el discurso que como padre de la novia pronunció.

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