Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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52 Lu i s <strong>Chiozza</strong><br />
pre-historia personal); lo cual implica que la relación triangular necesaria<br />
para la existencia del sentimiento de celos existe en el alma<br />
desde el primer momento de la vida.<br />
A pesar de ser un hallazgo repetidamente comprobado que la<br />
envidia y los celos aparezcan ligados de una manera que muchas<br />
veces no es fácil separar, son sentimientos diferentes que reconocemos,<br />
como es obvio, mediante nombres bien distintos. Los celos,<br />
aunque pueden desembocar en el odio, se presentan motivados por<br />
los sentimientos de amor. La envidia, en cambio, surge de intereses<br />
egoístas que muchas veces se vinculan con la voracidad y con la<br />
codicia. El término “celo” –que se usa también para designar la<br />
época en que los animales manifiestan una conducta genitalmente<br />
motivada– y el plural “celos” provienen del latín zèlus, con el<br />
significado de “ardor”, y del griego zéo que significa “yo hiervo”,<br />
aludiendo a la intensidad de una excitación que se experimenta<br />
como una sensación viscerohumoral y que, frustrada, deviene dolorosa.<br />
La palabra “envidia”, derivada del latín invidia que deriva<br />
a su vez de invidere: “mirar con malos ojos”, alude, en cambio, a<br />
un sentimiento vinculado con la atención dirigida hacia un objeto<br />
de la percepción. Es posible pensar en los celos y la envidia como<br />
si fueran dos caras diferentes de una misma moneda. De hecho,<br />
en una misma situación, podemos sentir celos frente al amor que<br />
alguien que amamos prodiga a otra persona, y envidia por el amor<br />
que esa persona recibe. En el decir de Shakespeare: “Los celos son<br />
el monstruo de ojos verdes que se mofa del alimento que lo nutre”.<br />
Son palabras que pone en boca de Yago, quien antes –refiriéndose<br />
a lo que taimadamente insinuará a Otelo– ha dicho: “Este veneno<br />
verteré en su oído”. La obra gira en torno de los celos, pero no cabe<br />
duda de que los malos ojos, el color verde y el veneno aluden mejor<br />
a la envidia, que la mitología describe como una deidad alegórica<br />
con la cabeza enraizada de serpientes y la mirada torva y sombría.<br />
Frente a las palabras de Shakespeare, la escueta descripción del<br />
Diccionario de la Real Academia Española, cuando define a la envidia<br />
como tristeza frente al bien ajeno, parece estar refiriéndose a un afec-