Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 159<br />
En el auto, de regreso con la familia, Renato golpea con las manos<br />
el volante, enojado. “Paremos a tomar algo. –y luego, mirando<br />
el teléfono celular agrega– Ya me pedirán que regrese, me rogaran<br />
que vuelva, porque no encontrarán otro. Si me piden perdón, quizá<br />
regrese”. “¿Por qué era tan idiota?”, pregunta Viola. “No quería filmar<br />
el camello”, contesta Tommi. “Porque piensan que todos están<br />
dispuestos a dejarse atropellar como sirvientes. Y yo, ¡no! Renato<br />
Benetti, ¡no!”, exclama. El teléfono de Stefania en ese momento<br />
suena, Renato la mira. “Hola –dice ella– No, adivina. ¿Qué dices?<br />
No. No, no, aún no lo sé. Ahora no puedo hablar, te llamaré mañana.<br />
Chau”. “¿Quién era?”, pregunta Renato. Ella responde que era<br />
Livia. “¿Aún se hablan?”, agrega él. “Es nuestra vecina, nos vimos<br />
en el supermercado”, comenta la mujer. “¿En el supermercado?, ya<br />
veo”, concluye Renato.<br />
En la mesa del restaurante donde se detuvieron, Renato vuelve<br />
a mirar su teléfono y exclama: “Ya esperé bastante. Se acabó. Si<br />
me dan problemas, iré directamente al sindicato. Idiota”. “No te<br />
preocupes, hiciste lo que tenías que hacer, tuvo suerte de que no le<br />
pegaras. Todo está bien”, dice Stefania mientras le pone, cariñosa,<br />
una mano en la nuca y lo besa sonriente varias veces. Renato dice:<br />
“¡Qué sitio bonito!”. Stefania asiente y él, enseguida, llama a la<br />
encargada: “Señora, ¿hay lugar en el hotel?”. “Sí, ¿quiere dos habitaciones<br />
juntas?”, le contestan. “Perfecto, nos quedamos”, decide<br />
él. Stefania sonríe complacida. Viola se entusiasma: “¿A dormir?,<br />
genial”. Tommi pregunta si pueden ir a la playa y Renato asiente:<br />
“Vayan, ahora vamos”.<br />
Ya en la habitación, Tommi se fija en la tarifa y calcula: “Setenta<br />
euros ésta y setenta la de papá, son 140 euros las dos”. Viola sale del<br />
baño con una toalla en la cabeza, sosteniendo otra con una mano alrededor<br />
de su cuerpo desnudo, espía por la cerradura de la puerta que<br />
comunica ambos cuartos: “No veo nada –dice con una sonrisa pícara–<br />
¿Qué te parece, qué estarán haciendo?”. “Durmiendo”, contesta Tommi.<br />
“O haciendo el amor, tonto”, se burla ella. “Hagamos un juego”,<br />
añade. “¿Qué juego?”, pregunta él. “Tan, tan”, dice Viola, levantando