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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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58 Lu i s <strong>Chiozza</strong><br />

petróleo? Explicábamos la actitud destructiva hacia los bienes que<br />

se envidian como un intento de evitar la percepción de su presencia<br />

o la aceptación de su valor, ya que de ese modo se evita, precisamente,<br />

el re-sentimiento de su carencia. Y admitíamos que tal<br />

cosa sucede cuando ya no quedan suficientes esperanzas de poder<br />

obtenerlos, pero necesitamos comprender todavía cómo se gesta el<br />

vórtice por el cual la esperanza se escurre.<br />

Existe un habitual maridaje entre el miedo y el odio, que es<br />

primitivo y anterior al hecho de que ambos se conformen separadamente<br />

como dos afectos distintos. Antes dijimos que el significado<br />

biológico que corresponde a ese “conjunto” afectivo justificaba la<br />

existencia de un mecanismo de digestión “a distancia”, dirigido a<br />

disminuir el peligro que esa reacción afectiva denuncia y que –provocado<br />

por un alimento– impide que se lo pueda engullir sin más<br />

trámite. El Diccionario Etimológico de Corominas consigna que la<br />

palabra castellana “tirria” –de origen onomatopéyico– proviene<br />

probablemente del sonido “trr”, expresión de un sentimiento de<br />

despecho. Dado que el sentimiento de despecho se expresa mejor<br />

con el sonido “tih” –que denota fastidio y contrariedad y que se<br />

produce originalmente cuando se extrae bruscamente de la boca<br />

el pezón que se succiona–, la definición que el Diccionario de la<br />

Real Academia sostiene, describiendo la tirria como “manía, odio<br />

u ojeriza hacia algo o alguien”, parece más adecuada a su sentido<br />

que el sentimiento de despecho. Es una palabra que en la Argentina<br />

se utiliza poco, pero tal vez aluda a ese connubio de miedo y<br />

odio que pudo deber su origen a la actitud adoptada frente a una<br />

presa que implicaba un riesgo. Se trata de un afecto primitivo que,<br />

como conmoción vegetativa, surge de la excitación de un conjunto<br />

típico de inervaciones en una gama compleja que recorre desde<br />

un extremo, configurado por la cólera o la ira, hasta el miedo que<br />

alcanza, en el otro extremo, la descompostura. Nuestro interés en<br />

ese afecto primitivo proviene de haber considerado que el asco,<br />

que puede culminar en el vómito, puede ser interpretado como un<br />

afecto cuya clave de inervación se produce como una transforma-

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