Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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180 Lu i s <strong>Chiozza</strong><br />
objetiva, atribuyéndole a la imagen que proviene del recuerdo la<br />
categoría de la presencia perceptiva. Ésto pone en marcha la actividad<br />
destinada a satisfacer la necesidad que, en ese caso, es inútil<br />
porque la presencia del objeto es ficticia. La identidad entre la<br />
imagen recordada y una especie de duplicado suyo, alucinado, que<br />
se interpreta erróneamente como si fuera un producto de la percepción,<br />
constituye el fenómeno que Freud denomina “identidad<br />
de percepción”, para diferenciarlo de la identidad de pensamiento<br />
que permite satisfacer de manera adecuada la necesidad. Durante<br />
la identidad de percepción, que es una identidad “abusiva”, el deseo<br />
momentáneamente se apaga, pero debido a la persistencia de la<br />
necesidad insatisfecha, renacerá prontamente con una perentoriedad<br />
mayor. Es lo que sucede cuando un niño, ante la ausencia del<br />
pecho, termina redoblando su llanto luego de un tiempo en que se<br />
ha calmado succionando “en el aire” sus mejillas o su dedo pulgar.<br />
Encontramos en el fenómeno que Freud describe como identidad<br />
de pensamiento, los orígenes de la necesidad de pensar. El<br />
pensamiento nace, pues, de una carencia y no sólo autoriza o inhibe<br />
la iniciación de la conducta que procura la satisfacción, sino que<br />
“muy pronto” evoluciona hacia constituirse en un ensayo “mental”,<br />
pre-meditado, de la acción, que en algunas circunstancias debe ser<br />
ajustada previamente a los fines de satisfacer eficazmente la necesidad.<br />
Comprenderlo de este modo nos conduce a la necesidad de asumir<br />
otras ideas. Veremos pronto que con la palabra “pensamiento”<br />
designamos habitantes de la mente que difieren y que es conveniente<br />
distinguir. El pensar al cual nos referimos cuando hablamos de identidad<br />
de pensamiento es, en cambio, una actividad específica que<br />
construye juicios. Los juicios, limitados a la posibilidad “binaria”<br />
de afirmar o negar, establecen diferencias con el ánimo de “afinar”<br />
identidades; de modo que el pensar es, desde sus mismos orígenes<br />
en la necesidad de satisfacer adecuadamente una carencia, pensar racionalmente<br />
acerca de la realidad, ya que las diferencias son razones.<br />
Razonar, demostrar con argumentos un razonamiento, es siempre en<br />
el fondo establecer, mediante un juicio acertado, la diferencia que