Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 57<br />
funciona con los nutrientes materiales, sino también del proceso<br />
por el cual se incorporan las ideas que conducen al crecimiento y<br />
desarrollo cultural e intelectual de pueblos e individuos. Sin embargo,<br />
es imprescindible aclarar que, cuando exploramos el nacimiento<br />
de la envidia en un proceso necesario y saludable, no pretendemos<br />
justificar la destructividad de la envidia que opera cotidianamente<br />
en sus peores formas. Sino que, por el contrario, investigando en<br />
sus orígenes y comprendiendo cuáles son los “males” frente a los<br />
cuales surge “como una esperanza”, procuramos obtener un acceso<br />
a la posibilidad de modificar su operación maligna, cuestionando<br />
el peligroso anatema de que es “constitucional e incurable”. Ya<br />
hemos visto que, tal vez, el primero de esos “males” iniciales sea<br />
precisamente el carácter “indigesto” que adquiere la ingestión de<br />
un alimento complejo y completo.<br />
el resentimiento de la carencia<br />
Desde otros ámbitos de la cultura, la envidia surge como un<br />
pecado capital, un vicio o un defecto caracterológico, que se manifiesta<br />
en odio, agresión y sufrimiento frente a los bienes que otros<br />
poseen. El psicoanálisis, como hemos visto, también tropieza en<br />
primera instancia con la envidia “mala” y la interpreta como producto<br />
de una disposición constitucional “incurable”. Sin embargo,<br />
profundizando en la cuestión, comprendemos que la envidia<br />
malsana surge como una transformación exasperada de un proceso<br />
normal, la destrucción digestiva “a distancia” que prepara el alimento<br />
antes de una incorporación que, de no mediar ese proceso,<br />
sería indigesta. Se trata, en el fondo, de la destrucción de una forma<br />
para utilizar alguna de sus partes en la construcción de otra.<br />
Nos encontramos pues ante una incógnita intrigante. ¿Cómo<br />
y por qué puede haberse exasperado tanto ese proceso honesto y<br />
legítimo que nace con el color de la esperanza joven (“verde” que<br />
proviene de viridis: ‘vigoroso’, ‘joven’), hasta convertirse en un resentimiento<br />
rancio que se viste con los reflejos verdosos del oscuro