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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 15<br />

Freud señaló que la historia de las ideas, en las últimas centurias,<br />

nos ha conducido a tener que tolerar varios “agravios” acerca del valor<br />

que asignamos a nuestra importancia en el cosmos. El primero surgió<br />

de la revolución copernicana, que desplazó a la tierra del centro del<br />

universo, mostrándonos que es solamente un pequeño planeta que<br />

gira en torno de una estrella de poca magnitud en el borde de una<br />

de las tantas galaxias. El segundo agravio fue un producto de la labor<br />

de Darwin, que destruyó nuestra ilusión de ser la superlativa obra<br />

maestra de una creación divina, insertándonos en una evolución biológica<br />

que se desarrolló en diversas direcciones. El tercero surgió del<br />

psicoanálisis, que nos revela que, muy lejos de suceder como creemos<br />

–que gobernamos el timón de nuestra vida a partir de pensamientos<br />

que son conscientes, voluntarios y racionales–, actuamos conducidos<br />

por un conjunto de motivaciones inconscientes que ignoramos. Si<br />

coincidimos con lo que ha dicho Freud, debemos aceptar también<br />

que una cosa es que nuestra razón acuerde con el pensamiento que<br />

acabamos de citar, y otra cosa muy distinta es poder creerlo hasta<br />

llegar al punto en que, sintiendo la importancia de las fuerzas inconscientes,<br />

adquirimos una nueva prudencia.<br />

Recordemos las palabras de Gandhi, que resultan mucho más conmovedoras<br />

cuando tenemos en cuenta que la mayor parte de nuestros<br />

pensamientos son inconscientes: “Cuida tus pensamientos, porque<br />

se trasformarán en actos, cuida tus actos, porque se trasformarán en<br />

hábitos, cuida tus hábitos, porque determinarán tu carácter, cuida<br />

tu carácter, porque determinará tu destino, y tu destino es tu vida”.<br />

Freud decía que se comienza por ceder en las palabras y se termina por<br />

ceder en las cosas. Muchas de las veces que actuamos conducidos por<br />

pensamientos erróneos, que “se han transformado” en automatismos<br />

habituales que “contienen” esos pensamientos implícitos, nuestros<br />

actos transcurren sin que tengamos noticia de consecuencias muy<br />

graves; pero esos mismos pensamientos, en otras circunstancias o<br />

algunos años más tarde, podrán ocasionar grandes daños.<br />

Tratar de comprender el porqué de nuestras equivocaciones grandes<br />

nos enfrenta, a primera vista, con un inventario interminable de

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