Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 69<br />
añadir, además, que el masoquismo puede contribuir agregando<br />
una cuota de placer a los sufrimientos del castigo.<br />
Freud, hace ya muchos años, acudió en este punto en nuestra<br />
ayuda, cuando sostuvo que los sentimientos de culpa preceden al<br />
acto delictivo y constituyen su causa antes que su consecuencia. En<br />
otras palabras, nuestro profesor se sentía culpable de un “delito” que<br />
le costaba admitir, y comete el robo para poder atribuir a esa falta<br />
menor los sentimientos de culpa que “oscuramente” lo atormentan.<br />
Nos encontramos con una de las tantas formas de “solución transaccional”,<br />
que nos explican muchas veces distintas clases de actitudes<br />
o de síntomas. Nada mejor encuentra el profesor, entonces, que<br />
reconocer esos sentimientos de culpa mientras atribuye su origen a<br />
una nimiedad que está dispuesto, obviamente, a reparar.<br />
Las cosas, sin embargo, no son tan sencillas. Porque, si se ha<br />
cometido un delito “menor” para transferir sobre él los sentimientos<br />
de culpa provenientes de una falta mayor –que permanece inconsciente–,<br />
los sentimientos transferidos exceden la magnitud y<br />
difieren en cualidad, de los sentimientos que corresponden al delito<br />
actual. Podemos decir entonces que, como ocurre durante el transigir<br />
de cada “transacción sintomática”, el objetivo sólo se alcanza a<br />
medias, y que la culpa que observamos en el acto cleptómano dista<br />
mucho de ser la que corresponde a la pretendida nimiedad del acto<br />
delictivo. Nos encontramos así con un concepto psicoanalítico que<br />
ha cobrado fama: los sentimientos de culpa pueden ser neuróticos,<br />
es decir, injustificados en la realidad de los actos ejercidos. La razón<br />
de esa fama de la “culpa neurótica” no es misterio, porque su<br />
existencia implica la posibilidad de liberarse de una condena. Aunque,<br />
claro está, el “mecanismo de liberación” no funciona cuando<br />
se pretende –como sucede con frecuencia– “psicoanalizar” a los<br />
sentimientos de culpa asumiendo a priori que son neuróticos. Por<br />
otro lado, cuando se “deshace” la culpa neurótica y nuestro profesor<br />
descubre que haber robado ese libro “no es para tanta culpa”,<br />
retorna la pregunta que se había querido evitar: ¿de dónde viene<br />
entonces la culpa?