Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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Hablemos de la culpa<br />
ca P í t u l o V<br />
La culpa<br />
Dicen que Jesús de Nazaret, ante quienes pretendían lapidar a<br />
una mujer adúltera –que según algunas versiones era precisamente<br />
María Magdalena–, dijo: “El que se encuentre libre de pecado que<br />
tire la primera piedra”. Nadie pudo hacerlo. Aunque puede afirmarse<br />
que la intención de Jesús no residía en la acusación sino, por<br />
el contrario, en proteger a esa mujer y también a sus verdugos de<br />
un acto que los hubiera envilecido, habrá quien disienta con esto<br />
sosteniendo que es un rasgo “culpabilizador” y “típico”, que forma<br />
la parte más insalubre de algunas religiones. Sucede, sin embargo,<br />
que el psicoanálisis encuentra en cada ser humano los sentimientos<br />
de culpa a los que el relato alude y, más aún, cae por su propio peso<br />
que si así no fuera, las palabras de Jesús hubieran sido en vano e<br />
incapaces de detener la agresión.<br />
De acuerdo con esto, todos sentimos culpa o, peor aún, “sabemos”<br />
que somos culpables. También sabemos que, muchas veces,<br />
el hablar alivia nuestros corazones. Se trata entonces de hablar de la<br />
culpa y, frente a las cosas que hay por hacer, toda ocasión es buena. El<br />
proverbio nos aconseja no dejar para mañana lo que podemos hacer<br />
hoy. Pero, es necesario reconocer que no es fácil hablar precisamente<br />
de la culpa que nos pesa en el alma. Tal vez, podamos realizar un<br />
intento con las culpas pequeñas, pero es casi imposible pensar en<br />
la otra, la que tanto nos ha costado olvidar, la que a duras penas