Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 79<br />
que aparentemente elude la necesidad de un castigo mayor, incrementa,<br />
en el fondo, la culpa inconsciente.<br />
Toda una escuela, dentro del psicoanálisis, sostiene que la culpa<br />
puede conducir a una reparación del daño producido, y que esa<br />
reparación disminuye la culpa y la atempera. No parece posible,<br />
sin embargo, que las cosas ocurran de este modo “lineal”. La reparación<br />
nacida de la culpa jamás podría cumplir su cometido reparando<br />
un daño que, precisamente, ha sido realizado para obtener<br />
un castigo menor que el que inconscientemente se cree merecer. La<br />
empresa reparadora busca, entonces, el sacrificio como una forma<br />
de castigo que adquiere la engañosa forma de reparar un daño y<br />
expiar una culpa. La reparación que no surge de manera directa del<br />
amor al prójimo, sino de la necesidad de eliminar la culpa “propia”<br />
mediante un sacrificio expiatorio, sólo podría redimir una culpa<br />
consciente, pero se demuestra incapaz para anular una culpa reprimida<br />
que, en realidad, tiende a incrementar. Una culpa que, a lo<br />
sumo, sólo se puede mitigar con el castigo oculto en la reparación,<br />
durante el tiempo en que logra evitarse la realización de un nuevo<br />
delito, nacido desde los mismos motivos.<br />
el don superlativo que denominamos perdón<br />
Sólo podremos resolver los bretes hacia los cuales nos conduce<br />
la culpa, la situación “sin salida” en la cual –con mayor o menor<br />
frecuencia– nos encontramos inmersos, si, más tarde o más temprano,<br />
asumimos que no existe a quién “pasarle la factura” por una deuda<br />
que nace de un “sentimiento del deber”. El recurso frecuente que conduce<br />
a tratar de equilibrarla, denigrando injustamente a las personas<br />
que más valoramos, de muy poco nos sirve. Existe, por el contrario,<br />
el don superlativo que denominamos “perdón”, como una obra de<br />
amor que cura las injurias sufridas e infligidas, pero el perdón que<br />
pedimos y nos otorgan no nos exime ni nos disculpa. Es necesario<br />
no confundir el perdón con la disculpa. La disculpa es siempre una<br />
distorsión penosa y precaria de los sentimientos de culpa. No hay