Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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¿Po r q u é n o s e q u i v o C a m o s? 77<br />
y el juez. Es inevitable pensar, sin embargo, en un hipotético momento<br />
inicial en el cual surge, como sentimiento consciente, un<br />
malestar que se configura como dolor frente a un daño. Un dolor<br />
teñido de impotencia y desesperación, que atrae sobre sí funcionando<br />
como reactivación de una huella mnémica inconsciente, la<br />
disposición inconsciente y tanática que, abusivamente y por sus<br />
efectos, designamos como culpa inconsciente. Es recién a partir de<br />
este punto que la necesidad de tramitar ese sufrimiento conduce<br />
al desdoblamiento que genera los pensamientos implícitos en los<br />
sentimientos conscientes de culpabilidad. Los únicos a los cuales<br />
–ya sea que permanezcan en la conciencia o que sean reprimidos de<br />
manera secundaria– cabría asignarles, en rigor de verdad, la cualidad<br />
que denominamos sentimiento de culpa. Las faltas que cometemos<br />
y a las cuales atribuimos la culpa que sentimos provienen,<br />
entonces, de una carencia, surgen por el hecho de que algo “nos ha<br />
hecho falta”. Es esa falta, que una vez sentimos como la maldad del<br />
mundo, la que ha iniciado el proceso que condujo al sentimiento<br />
de que somos malos.<br />
Sabemos que el desdoblamiento “funcional” es la indispensable<br />
condición para que exista la posibilidad de que uno se contemple a<br />
sí mismo, pero también sabemos que, pasado un cierto “umbral”,<br />
ese desdoblamiento es el que permite permanecer “afuera” del sentimiento<br />
de culpa. Entre las maniobras evasivas distinguimos, de<br />
manera ya “clásica”, la prestidigitación maníaca (“nada grave ha<br />
pasado”), la irresponsabilidad paranoica (“la culpa es tuya, no es<br />
mía”), y la extorsión melancólica (“debes quitarme la culpa”). Dado<br />
que cada una de estas tres coartadas lleva implícitas a las otras dos,<br />
podemos representarlas como tres caras de un mismo tetraedro,<br />
cuya cuarta cara es la responsabilidad que surge de la integración y<br />
de la cual continuamente se huye. Se trataría, entonces, de un tetraedro<br />
regular, “topológicamente” deformado, en el cual, curvando<br />
las aristas, la cuarta cara poseería una superficie mínima sobre<br />
la que el sólido “no se mantiene” en pie. La responsabilidad queda<br />
así representada como una singularidad inestable, que se atraviesa