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influencia tajante y determinante en la actividad, carácter y desarrollo de los humanos y humanas que viven condiciones geográficas específicas. Así, el desierto en sus condiciones de paisaje sereno y espacioso, como un mar sin agua, lleno de silencios y de soledades, es posible y de manera permanente, acceder a condiciones de espiritualidad singular. Asimismo, la interpretación de aspereza uniforme que se le da a este tipo de naturaleza, posibilita un pensamiento general, unívoco y monoteísta. El monoteísmo es origen de la negación de lo diverso, de las otredades y de la dominación de lo homogéneo y de la igualdad, fundamentos filosóficos de la globalidad. Es decir, la homogeneidad de los desiertos, posibilitaron la homogeneización teológica. Por otra parte, el desierto en el medioevo connota otras ideas y concepciones, algunas de ellas contradictorias y paradójicas, que consideramos que permanecen aún en la estructura de los aprendizajes sociales y colectivos de la sociedad chihuahuense, las que parecieran diluidas y saturadas junto con los aprendizajes escolares, sin embargo, aunque no estamos en condiciones de confirmar esto, sí nos parece que las ideas que clara la influencia darwiniana. De esta manera Huntington, creía que sólo ciertos climas eran propicios para la "civilización" (Arnold, 2000: 34). Por tanto, solo ciertas razas con características que le otorgan ambientes propicios para las civilizaciones, es posible que estas sean estables y desarrollables: "cuando el hombre blanco emigra a climas menos estimulantes que los natales, parece perder energía tanto física como mental" (Huntington, 1915. citado por Arnold, op.cit.). Esta idea ya anteriormente fue plasmada por Montesquieu quien afirmaba que: "el clima ideal para la civilización era el de aquellos lugares donde los veranos eran tibios pero no tórridos, y en donde los inviernos eran tonificantes pero no demasiado rigurosos. Las naciones favorecidas con tales climas poseían un alto grado de fuerza de voluntad y energía, capacidad para el progreso y para gobernar a los demás" (Bassols, 1983; 25). Así, las posibilidades de "progreso" de las civilizaciones en Aridoamérica frente a las civilizaciones Mesoamericanas se ven reducidas. De hecho, los contextos arqueológicos son menospreciados arqueológica y antropológicamente ante la magnitud de la organización cultural-social y piramidal del sur. Tampoco es comparable las culturas sedentarias agrícolas de Mesoamérica con las cazadoras-recolectoras de Aridoamérica. Paul Kirchhoff, quien sustentó esta división espacial cultural, posiblemente no incluyó en su análisis la condición de raza, pero el aspecto discursivo de la aridez y lo seco está presente, lo que equivale a una connotación determinista de tipo climático-cultural. Pero, no solo eso, Kirchoff al hacer una clasificación geográfica de las culturas indígenas americanas, método que le permitió sustentar su regionalización; agrupó diferentes características culturales comunes (cultivo, cerámica, técnicas y producción agrícola, sacrificios humanos, adornos y vestimenta, etc.), para definir superáreas: “la zona de los cultivadores inferiores de Norteamérica, el Sureste y el Suoeste (en el entendido de The Greater Southwets o la Norteamérica árida) son Superáreas; y dentro de la zona de los cultivadores superiores se puede delimitar una superárea, Mesoamérica” (Kirchoff, sf :2). Es decir, desde un análisis económicoproductivo se destaca la supremacía cultural de los sedentarios con respecto a los nomádicos, pero de paso también le otorga la condición inferior, al mal entendido desierto, desde la perspectiva de aridez. Empero, estamos seguros que tendrá otra significación el estudiar las culturas desde su propia perspectiva y condición ambiental, pues es muy relativa la posición de ubicar en niveles de inferior o superior a culturas que bajo condiciones naturales desarrollan estrategias y conceptualizaciones muy distintas. 38
a continuación mencionaremos escenifican aún el conocimiento y aprendizajes sobre los desiertos y semidesiertos: a. La lucha entre lo urbano y el desierto. Esta interpretación tiene una relación antagónica entre lo sedentario y lo nomádico. Recuérdese que por 40 años los hebreos cruzaron el desierto, por lo que siempre está la memoria agridulce de este paisaje. Asimismo, es el lugar donde se deja de lado esta condición de sufrimiento, de ser errante y de estar en condición de desarraigo; es decir, despojarse de la actitud primitiva del nomadismo para convertirse posteriormente en ciudadano. Lo que no fue causa de una decisión humana, sino que fue la decisión de Yavé, pues fue él el constructor de Jerusalem (Salmos, CXLVII citado por Le Goff: 26). Esto nos servirá también como una vía interpretativa de la opinión colonial que existió para los pueblos cazadores-recolectores del septentrión mexicano, específicamente en el apartado de los cazadores recolectores y la naturaleza salvaje de lo áridoamericano. b. El desierto como lugar de pruebas y tentaciones. Este paisaje es considerado así por ser el espacio en que se gestó el Éxodo, el lugar de pruebas individuales realizadas a los patriarcas, lugar donde "Dios educó al pueblo" (Le Goff:27), en donde Yavé: guió a su pueblo por el desierto, pues eterna es su misericordia. Para Jesús de Galilea, el desierto de Judea en que vivía Juan Bautista, región casi deshabitada, no de arena sino de montañas áridas, es un territorio peligroso, un lugar más de tentaciones que de pruebas. `El desierto es la morada de los malos espíritus'. Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu para ser tentado por el Diablo' (San Mateo, XII y IV; citado por Le Goff). Es el lugar y refugio de la soledad. Así, los desiertos poseen una condición de espacio para el aprendizaje mediante pruebas específicas, que sólo mediante una actitud reflexiva, que no lo da, por supuesto, la actividad nomádica sino la acción sedentaria. c. El desierto como castigo. En el Génesis se describe el desierto como el lugar del caos original, así como el lugar del jardín del castigo, después de la expulsión del 39
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