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Acta Ordinis 2010 N.1 - OFM

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40 AN. CXXIX – IANUARII-APRILIS <strong>2010</strong> – N. 1mados a ejercer el ministerio de la autoridad.Hermanos sacados de entre los hermanos paraser puestos al servicio de sus hermanos (cf.Heb 5, 1). Hermanos cuya misión no es unamera función de liderazgo o de gobierno, sinoun verdadero ministerio que el Señor nosconfió para favorecer el crecimiento integralde los hermanos, fortalecer la comunión entreellos y desarrollar la misión apostólica propiade nuestra Orden, y, todo ello, edificando unaverdadera comunión de vida en fraternidad(VFC 48).Esta sumaria presentación de la figura delMinistro ya nos sitúa dentro de una corrientede ideas que nos ayudarán a una adecuadacomprensión de nuestro delicado ministerioy de nuestra misión en favor de los hermanosque nos han sido confiados.Entre los muchos aspectos que se podríanseñalar al hablar de las características que ilustranel ministerio del Ministro, me parece muyoportuno subrayar los siguientes:1. Hermano que escucha, dialoga y obedeceDos actitudes han de caracterizar a quienejerce el servicio de la autoridad: la escucha/diálogo y la obediencia.La escucha y el diálogo son elementos necesariospara la búsqueda común de la voluntadde Dios, para crear corresponsabilidad yparticipación activa de todos en las decisionesrelacionadas con la fraternidad, y al mismotiempo para responder adecuadamente a lasexigencias del crecimiento de cada uno, pasandode una mera observancia, a una vidamás atenta a las necesidades de cada uno (cf.VC 43. 47; PdE 50).Por otra parte, el superior es llamado a obedecer.Teniendo presente cuanto afirman las SagradasEscrituras sobre el origen de la autoridad–ésta viene siempre de Dios, es él quien elige yllama-, el elegido, quien ejerce el servicio de laautoridad, es siervo y amigo, y, en cuanto tal,es el primer obediente al cual le es confiado unservicio de mediación entre Dios que envía yel hombre al cual es enviado. Quien ejerce elservicio de la autoridad es un intermediario, unportavoz que se mueve constantemente entreDios y aquellos que le han sido confiados. Estocomporta un subir y bajar constante, sin perderel contacto con aquel que reside en “lo alto” ycon aquellos que residen “abajo”.El superior, más que ningún otro, nada debeanteponer a la obediencia a Dios, quien manifiestasu voluntad en particular en las Escrituras/Evangelio;sin olvidar la obedienciaque debe a los que le han sido confiados, puestambién a través de los hermanos se manifiestala voluntad del Señor. Para quien ha recibidoel ministerio de la autoridad son muy válidasaquellas palabras del Eclesiástico: “Túno hagas nunca nada sin aconsejarte” (Sir 32,19).Esta doble obediencia evitará que el superiorse piense y entienda a sí mismo, -o lopiensen y entiendan los demás-, como centrode la fraternidad, local, provincial o universal.En el centro está Cristo y sólo Cristo. Evitarátambién que quien ha sido llamado a ejercereste servicio, tan delicado como necesario, abdiquede su autoridad, pues debe obedecer alEvangelio.1. 1. Hermano que escucha y obedece al EvangelioFrancisco hablando del ingreso en la Fraternidadusa las siguientes expresiones: “seanrecibidos a la obediencia” (2R II, 11) o “losque han prometido obediencia” (2R II, 14).De este modo, la obediencia se convierte en el“espacio” en que el que será recibido el profeso.Por tal motivo, profesar significa entrar enuna relación obediencial, en la cual vive y semueve todo Hermano Menor.Esta relación obediencial se manifiesta enla obediencia a los “prelados”, “ministros”o “superiores” (cf. Adm 3); en la obedienciade los hermanos entre sí (cf. 1R IV, 13-15), yen la obediencia a la “vida y regla”, que es elEvangelio (cf. 2R I, 1). Ésta última obliga atodos, también a los que ejercen el servicio dela autoridad.El núcleo esencial de nuestra profesión esel Evangelio: “Puesto que el Señor me dioesta gracia de seguir más de cerca el Evangelioy las huellas de nuestro Señor Jesucristo”(CCGG 5, 2). La Regla que hemos profesadoes “forma vitae” de los Hermanos Menores encuanto expresa el Evangelio. Las demás instancias,incluida nuestra Regla y la autoridadde los superiores, reciben su autoridad delEvangelio; o mejor, de aquel de quien da testimonioel Evangelio: Jesucristo.Por este motivo, para Francisco, el Evangelioes la autoridad suprema dentro de la Fraternidadfranciscana. A ella han de obedecerMinistros y súbditos. El Evangelio, o si se prefierela Palabra, ha de informar la vida enterade los hermanos y de todos los hermanos. No

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