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Apuntes históricos sobre los fueros del antiguo Reino de Valencia

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OBSERVACIONES MORALES SOBRE LAS ENFERMERÍAS DEL HOSPITAL<br />

GENERAL.<br />

La parte reglamentaria <strong><strong>de</strong>l</strong> Hospital General, dictada por la misma ciudad que intervino<br />

en su fundación, ha sancionado la costumbre <strong>de</strong> no rehusar la admisión <strong>de</strong> ningún enfermo<br />

que se presente a sus puertas, cualquiera que sea su proce<strong>de</strong>ncia y enfermedad. Si el<br />

certificado <strong><strong>de</strong>l</strong> señor Vicario <strong>de</strong> la parroquia y el <strong><strong>de</strong>l</strong> señor Celador <strong><strong>de</strong>l</strong> barrio asegura su<br />

pobreza y su moralidad, por más que estas aseveraciones sean una fórmula, el señor<br />

Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Junta dicta, su admisión. Esta última circunstancia no es indispensable,<br />

porque si caritativo es admitir a toda clase <strong>de</strong> enfermos que reclamen <strong>los</strong> ausilios <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Hospital, lo es más ausiliados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, y sin las dilaciones que <strong>de</strong> esta formalidad<br />

<strong>de</strong>ben emanar. Este sistema tiene muchos inconvenientes, difíciles <strong>de</strong> remediar si se quiere,<br />

pero que es innegable recaen en perjuicio <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo Hospital. Destinado este<br />

Establecimiento para <strong>los</strong> verda<strong>de</strong>ramente pobres, el certificado <strong>de</strong> <strong>los</strong> ce<strong>los</strong>os señores<br />

Vicario y Celador, se concreta a <strong>de</strong>cir que el enfermo es morigerado y pobre. La primera<br />

acepción podrá ser exacta en algunos casos; la segunda muchas veces no lo es. Si ese pobre<br />

reuniese la calidad honrada que se necesita civilmente para ser socorrido, aparte la acción<br />

<strong>de</strong> la caridad cristiana que no pue<strong>de</strong> reconocer más <strong>de</strong> la débil humanidad, no buscaría el<br />

Hospital precisamente en ciertos casos, y algunos hasta con un rigorismo periódico. Esta<br />

observación es general, y como tal a nadie en particular tilda; aunque <strong>de</strong>bemos consignar en<br />

favor <strong>de</strong> la mayoría, que es la menor parte la que usa <strong>de</strong> estas vergonzosas estratagemas. Si<br />

un estadista escrupu<strong>los</strong>o examina las entradas y salidas <strong><strong>de</strong>l</strong> Hospital, ha <strong>de</strong> observar: 1.º que<br />

las entradas <strong>de</strong> ciertos meses <strong><strong>de</strong>l</strong> año son mayores que en otros, y 2.º que la salida en ciertos<br />

días es exacta, cierta y probablemente anticipada.<br />

La entrada <strong>de</strong> enfermos en ciertos meses <strong><strong>de</strong>l</strong> año está basada <strong>sobre</strong> la pobreza y miseria<br />

pública; pero si esta fuese la causa única <strong>de</strong> la aglomeración <strong>de</strong> enfermos en <strong>los</strong> meses<br />

crudos <strong><strong>de</strong>l</strong> invierno, nada más bello que socorrer al <strong>de</strong>svalido. ¡Ésta es la misión <strong>de</strong> la<br />

pública, pero estos enfermos, que en <strong>los</strong> meses abundantes <strong><strong>de</strong>l</strong> año acu<strong>de</strong>n a <strong>los</strong> ausilios<br />

hospitalarios cuando han agotado sus recursos domiciliarios, en <strong>los</strong> estériles y escasos se<br />

presentan al asomar el primer síntoma <strong>de</strong> la dolencia. Déjese correr esta circunstancia<br />

causada en el segundo caso por la miseria <strong><strong>de</strong>l</strong> enfermo; pero éste vuelve a <strong>los</strong> quince días<br />

<strong>de</strong> dado <strong>de</strong> alta, y casi pue<strong>de</strong> asegurarse que sabe el día <strong>de</strong> su nueva salida. Se le cuida sin<br />

embargo, se le fortalece con nueva convalecencia, y no obstante a <strong>los</strong> pocos días se<br />

presenta nuevamente. Estos enfermos, que por su calidad se llaman hospitalarios, aun<br />

cuando este dictado les haya costado muy caro alguna vez, han encontrado el medio menos<br />

costoso para pasar <strong>los</strong> ma<strong>los</strong> días <strong>de</strong> la vida: han fijado su estancia en el Hospital, y su<br />

patrimonio está allí vinculado. ¡Al menos les acompañase la gratitud!<br />

Efectivamente, cualquiera que en ciertos casos haya presenciado las escenas <strong>de</strong> la<br />

admisión <strong>de</strong> un hospitalario, pue<strong>de</strong> formar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> esta verdad. Los facultativos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

Hospital General, que casi siempre que observan este escándalo han <strong>de</strong>fendido <strong>los</strong> intereses<br />

<strong><strong>de</strong>l</strong> Establecimiento con un celo que les honra <strong>sobre</strong>manera, se han visto ajados y hasta<br />

insultados, si las amenazas <strong><strong>de</strong>l</strong> enfermo no han sido más osadas. Esta audacia, que en<br />

algunos casos ha llegado hasta la impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>de</strong>mandar el mismo enfermo<br />

imperiosamente, y como un <strong>de</strong>recho patrimonial, y a voz en grito al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la Junta<br />

la entrada en el Hospital, es un instinto hereditario entre la clase <strong>de</strong> que tratamos, la cual a

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