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Apuntes históricos sobre los fueros del antiguo Reino de Valencia

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el trabajador, el comerciante que espone sus caudales, el negociante, el agricultor, &c.,<br />

serían absolutamente pobres. Pero como quiera que el organismo <strong>de</strong> la sociedad ha dividido<br />

a las clases en líneas, y al separarlas entre sí, las dio sus goces comparados con sus trabajos,<br />

en rigor se pue<strong>de</strong> asegurar, que para la beneficencia pública no hay pobres en el sentido<br />

relativo. Hay necesida<strong>de</strong>s, es verdad, necesida<strong>de</strong>s cubiertas siempre con la capa <strong>de</strong> la<br />

pobreza; pero que muchas veces causa conciencia el socorrerlas. En las enfermeda<strong>de</strong>s que<br />

se tratan en <strong>de</strong>partamentos especiales, al hacer la observación moral <strong>de</strong> cada una,<br />

espondremos francamente nuestra opinión; y si alguna vez <strong><strong>de</strong>l</strong>atamos hechos que tien<strong>de</strong>n a<br />

vicio cuando no a la criminalidad, el<strong>los</strong> nos lo ponen en boca: cumplimos con un <strong>de</strong>ber <strong>de</strong><br />

historiador imparcial que cuenta y critica. Ahora cumplimos con la esposición respecto a<br />

las enfermerías generales.<br />

Si <strong>los</strong> enfermos admitidos en <strong>los</strong> hospitales mórbicos hubiesen <strong>de</strong> tener la calidad <strong>de</strong><br />

absolutamente pobres, cierto es que ni un solo individuo existiría en sus cuadras. Yo se<br />

necesitaba entonces la hospitalidad mórbica; pero siendo éste un problema que no es <strong><strong>de</strong>l</strong><br />

caso resolver, es indispensable tener actualmente por pobres para <strong>los</strong> efectos <strong>de</strong> la caridad<br />

pública, a todos aquel<strong>los</strong> que en sus aflicciones no pue<strong>de</strong>n, sin una ruina completa o en una<br />

imposibilidad absoluta, aten<strong>de</strong>r a su reparación. Justo es socorrer a este pobre; pero <strong>de</strong><br />

socorrerlo en todo, a socorrerlo en la parte que lo necesite, existe una diferencia tan<br />

inmensa, que sin duda <strong>de</strong> ella pen<strong>de</strong> la ruina <strong>de</strong> este ramo. Los enfermos <strong>de</strong> un hospital <strong>de</strong><br />

la importancia <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>de</strong> nuestra ciudad, no se divi<strong>de</strong>n más que en dos clases con respecto a la<br />

posibilidad: una <strong>de</strong> pensionistas, que es la verda<strong>de</strong>ra acepción <strong>de</strong> un rico sin personas<br />

interesadas, o pobre con favorecedores, y otra <strong>de</strong> absolutamente pobres. Aquél<strong>los</strong> pagan sus<br />

estancias y gastos <strong>de</strong> su asistencia: éstos viven a espensas <strong><strong>de</strong>l</strong> Establecimiento. Observemos<br />

ahora las clases a que estos pobres pertenecen, y tendremos artistas in<strong>de</strong>pendientes, pero <strong>de</strong><br />

ganancias o salida eventual, jornaleros <strong>de</strong>pendientes, labradores colonos, y estrangeros sin<br />

recursos. Cualquiera <strong>de</strong> estas clases, en sus enfermeda<strong>de</strong>s, es tenida como pobre; porque<br />

ganando lo preciso para su sustento cuando gozan salud, al enfermar han rebajado su<br />

posición. Pero estas mismas personas, con las circunstancias indicadas, no rebajan su<br />

posición respecto su posibilidad cuando son hijos <strong>de</strong> familia o padres, y sin compromisos<br />

sociales. No podrán satisfacer su curación en su propio domicilio, pero sus padres pue<strong>de</strong>n<br />

ayudar a la hospitalaria. Des<strong>de</strong> luego se nos dirá que <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>mos hasta exigir al pobre el<br />

único consuelo que pue<strong>de</strong> quedarle por el ahorro <strong>de</strong> curar a su familia en el Hospital en vez<br />

<strong>de</strong> su casa. Muy lejos <strong>de</strong> ello, contestaremos al que tal diga, que se equivoca. Los pobres<br />

que envían sus hijos o familia al Hospital, nada ahorran por ello, porque mientras existen en<br />

el Establecimiento no pasa un día que no le visiten, y siendo honrados y personas amantes<br />

<strong>de</strong> su bienestar, cuando menos le llevan chocolate, bizcochos, pan blanco, vino, &c.; lo cual<br />

reglamentariamente está privado, puesto que estos artícu<strong>los</strong> no se suministran sino a<br />

indicación facultativa consignada en el recetario. No hablaremos <strong>de</strong> <strong>los</strong> comestibles<br />

nocivos; porque aun cuando concedamos la buena fe y sana intención a todos <strong>de</strong> entrarles<br />

alimentos sanos, es preciso calcular, que unas veces con otras ha <strong>de</strong> importar lo entregado<br />

diariamente más <strong>de</strong> veinte maravedís, cuya cantidad es la mitad <strong><strong>de</strong>l</strong> valor <strong><strong>de</strong>l</strong> gasto <strong>de</strong> su<br />

manutención hospitalaria a media ración; pues que dándose <strong>de</strong> alta a <strong>los</strong> pocos días <strong>de</strong><br />

entrado en ración, se toma este tipo como término medio entre la dieta y la ración completa,<br />

contando con una larga convalecencia. Con este cálculo, si <strong>los</strong> interesados <strong>de</strong> <strong>los</strong> enfermos<br />

que usan <strong>de</strong> este comportamiento entregasen esta módica suma al Establecimiento en vez

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