I.Relatos.Aupazaragoza

Alguna vez mi abuela insinuaba el tema, sin embargo yo respondía con
evasivas y aunque en mi fuero interno lo deseaba, tu presencia aún me
cohibía.
Empecé a salir con I. en una edad en la que todavía no tienes problemas
ni responsabilidades.
Se la presenté a mi abuela en un par de ocasiones. La primera fue muy
breve, pero en la siguiente la invitó a comer, en su casa de la playa,
aprovechando que estaba visitándome. Cuando se despidió, le comenté a mi
abuela que ese era “el tren que iba a coger”. Le pregunté su opinión sobre esa
persona seguro de que me iba a confirmar lo que yo pensaba.
“Es encantadora, pero no lo veo…”. Me estremecí al escucharla, no ya
por lo que dijo sino, sobre todo, por como lo dijo, silenciando explicaciones y
suavizando sus palabras. Aunque le reproché su respuesta, incluso
aludiéndote, luego me di cuenta que fui injusto con ella porque se limitó a
contestarme lo que presintió.
Fueron quince meses en los que me sentí en lo más alto de la montaña
más alta.
Esa parte de la historia con I. terminó cuando decidió irse a terminar sus
estudios a Rotterdam y Paris, algo usual ahora pero muy raro en aquella
época.
Pensaba que llevar una relación a distancia no tenía sentido. Me
apreciaba, sin embargo no quería descartar otras opciones si estas surgían. Te
puedes imaginar cómo me quedé…
A pesar de que no existían las tecnologías actuales no perdí contacto, ni
cuando estaba fuera ni cuando volvía en vacaciones y así me fui enterando, a
través de ella o de terceros, de sus nuevos progresos y de sus nuevos amores.
Esto último no ayudaba a cerrar mis heridas pero no perdía la esperanza ya
que no encontraba distanciamiento por su parte cuando hablábamos o nos
veíamos.
Durante los sucesivos veranos, tanto cuando estuve con I. como cuando
ella se marchó, tu presencia me atraía y en la playa abarrotada te descubría
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