I.Relatos.Aupazaragoza

La vuelta a la “normalidad” fue muy dura.
El verano era el peor periodo. Tenía unos buenos amigos en Calpe y
aprovechaba la casa de mi abuela para ir a verlos, distraerme, evitar pensar…
Pero durante unas semanas coincidíamos por allí y cada vez que te
veía, me recordabas tanto a I. que me rompías el corazón…
Si estabas en una parte de la playa, me ponía al otro lado o bajaba más
tarde, o bien me marchaba pronto por las mañanas para evitar encontrarme
contigo…
Posteriormente supe que eran efectos del Trastorno por Estrés
Postraumático.
Tardé más de cuatro años en superarlo.
Fue en la época en la que estuve haciendo el servicio militar. Con unos
compañeros de la instrucción regresamos a Cáceres, un mes después de
haber jurado bandera en esa ciudad. Entonces volví a ver a una guapísima
amiga tuya que era de allí. Causó sensación entre mis camaradas, sin duda la
misma que hubieras causado tú. La mala suerte hizo que no pudiera hablar con
ella porque la perdí de vista en un lugar bastante concurrido. El caso es que la
aparición de tu amiga me llevó, inevitablemente, a hablar de ti y por tanto de I.
Las conversaciones y reflexiones que tuve con tres de aquellos colegas,
los siguientes días, fueron un resurgir para mí. Sin conocerte, me hablaban de
ti, y de oportunidades y trenes perdidos, igual que había hecho mi abuela una
década atrás.
Unos y otros te decían lo mismo. Consideraciones en las que ni siquiera
había pensado porque “mi reloj” se había parado unos años antes.
Era como en uno de los cuentos de Allan Poe. Tenías la respuesta
delante y no podías verla porque la buscabas en cualquier otro lugar.
La vida no se acababa por un trágico suceso sino que podía servir para
el comienzo de otra historia que incluso mejorase la anterior, bien contigo, lo
que hubiera sido de novela de Pilcher, o con otra persona.
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