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yo hubiéramos comido sólo pan con tal de ir. Se acercaba el día de partida y<br />
las televisiones intentaban minar nuestra pasión. En cada sección deportiva de<br />
telediario (esos si que eran deportes no como ahora que solo hablan de quien<br />
tiene más tacos en la bota, Messi o Cristiano) sacaban imágenes de filas<br />
kilométricas de la afición del celta, reportajes que decían que el celta por fútbol<br />
se merecía un título, que el Zaragoza tenía que dar gracias ya por haberse<br />
salvado en la última jornada contra el Celta, etc. Pero no hacíamos caso, el<br />
último golpe bajo fue que el Ayuntamiento de Vigo pagaba el viaje a todos los<br />
aficionados. ¡Iban a ir gratis! ¡Gratis! A mi padre y a mi nos esperaba un mes<br />
de macarrones y a ellos les pagaban el bus. La cosa iba de mal en peor.<br />
El viaje empezaba a las cinco de la mañana. Era una travesía muy larga,<br />
unas once horas de bus con dos paradas. Casi nada. Ya nos dirigíamos a la<br />
explanada del Príncipe Felipe que era donde se concentraba toda la flota de<br />
autobuses y ya se olía en ambiente. Éramos pocos pero ruidosos. Habíamos<br />
grupos de jóvenes, familias enteras y hasta ancianos. Parecía el ejército de<br />
Alejandro Magno al final de la campaña de toda su vida. Salimos todos a la vez<br />
y me acuerdo que muchos chóferes eran de fuera. Nos tocó un catalán que al<br />
arrancar el viaje se presento con el micrófono de su cabina y nos dijo: “Ala<br />
maños, a ver si ganáis”. Todo el autobús empezó a aplaudir al simpático<br />
conductor. Hicimos la primera parada en un área de servicio de Madrid y nos<br />
comimos nuestro primer bocadillo. No recuerdo que tocaba salchichón o<br />
chorizo, de los nervios no me entraba nada. Hicimos migas con otro hombre<br />
que también iba acompañado de su hijo en el viaje, solo que ellos compraban<br />
sus bocatas y bebidas en el bar. Eran muy majos y se les veía buena gente.<br />
Desde ese día guardo una especial amistad con el chico que además tenía mi<br />
edad.<br />
Cuando llegamos era medio día y el calor comenzaba a ser asfixiante.<br />
La gente iba sin camiseta para combatir la temperatura, la temperatura y el<br />
alcohol que llevaban en el cuerpo. Ya se sabe que pasa con las finales, hay<br />
que darlo todo. Iban pasando las horas y mi padre para disimular que iba mal<br />
de pasta le dijo a nuestros nuevos compañeros que queríamos hacer turismo y<br />
no ir de bares. El otro hombre se veía que era un calzonazos y su mujer lo<br />
llevaba a raya por lo que le apetecía emborracharse. Y como no querían ir<br />
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