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nada le valió a Emilio poner el gol en el cielo: o se casaban ese día, o no le<br />
vería más la cara.<br />
Un ganador lo es hasta en las peores circunstancias, y Emilio eligió<br />
ganar también aquel partido con que la vida lo retaba. Todo vestido de blanco,<br />
con corbata, medias y pañuelo azules– los colores que más le gustaban de su<br />
equipo– fue al altar de aquella iglesia donde su prometida eligió casarse, y<br />
luego de los vítores, besos y abrazos de sus parientes, partieron veloces a la<br />
luna de miel.<br />
Incapaz de sentir rencor, Emilio eligió jugar ese día otro partido mental,<br />
¡y ganar! Decidió que él representaría, claro, al Real Zaragoza y su recién<br />
estrenada mujer sería su rival, el Celta. El lecho nupcial sería el estadio Vicente<br />
Calderón y allí obtendría él, Emilio, el hombre gol, la victoria más rotunda de<br />
toda su vida. Emilio se dedicó a llevar a la práctica la estrategia que había<br />
trazado y, a los embates del Celta, contestaba una y otra vez con brillantes<br />
jugadas. Sobre las blancas sábanas, el Celta logró solo 4 anotaciones,<br />
mientras que el Real Zaragoza metía 5 veces el balón en la portería contraria.<br />
Una vez más, Emilio saboreaba su victoria y alzaba su copa con orgullo.<br />
Luego, en la vida de Emilio todo se desarrolló de manera vertiginosa: la<br />
inminente llegada de su primer hijo, la pérdida del embarazo, la enfermedad<br />
depresiva de su esposa y su fallecimiento. Lo que no le perdonaría jamás a<br />
Eugenia sería que hubiera decidido morirse el mismo día en que el Real<br />
Zaragoza alcanzara el mayor triunfo de su historia: el título en la Recopa de<br />
Europa, obtenido ante los ingleses en el Parque de los Príncipes de París, el 10<br />
de mayo de 1995. Avezado jugador, excelente estratega, árbitro de árbitros,<br />
coach entre los coachs, Emilio tardó años en reponerse, mientras borraba de<br />
su lista la posibilidad de volver a conocer mujer. Ellas habían estropeado su<br />
vida.<br />
Pero el caso era que ahora, al borde de los sesenta, Emilio había<br />
empezado a experimentar una comezón inquietante que le nacía en la zona de<br />
las entrepiernas, quizás para anunciarle el renacer o el fin activo de su<br />
sexualidad. Emilio temía que sucediera lo último, y decidió arriesgarse.<br />
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