I.Relatos.Aupazaragoza

EL CIERZO
A. Javier Dieste Torres
Las hojas revoloteaban y se arremolinaban en la entrada del Parque
Grande. Con lo que habíamos visto una vez más en La Romareda, el cierzo en
la cara aún nos hacía torcer más el gesto. El silencio desde un tiempo a esta
parte, se instalaba siempre de vuelta a casa. Con ganas de llegar y siguiendo
el curso del Canal Imperial hacia Torrero, rompo mi silencio interior.
¿Y tú qué harías papá?.
Porque esto es insoportable, es lo peor que he visto en mucho tiempo.
¿Y un entrenador nuevo, papá?. Uno de los nuestros, uno que haya
sido jugador o entrenador pero que sienta los colores.
El del 6-1 al Madrid, eso, sí, Víctor Muñoz. Ojala viniera Víctor Muñoz a
salvarnos
Jugó contigo ¿no papá? , anda cuéntame papá, como hacías antes...
Hijo, si ya sabes todo lo que te voy a decir.
No creo que ahora mismo quisiera venir ninguno; es como si te hubieran
secuestrado la casa y te invitarán a cenar en tu propia casa, para luego tirarte
por el balcón.
Sí, Víctor jugó conmigo, pero cuando estábamos en el Deportivo Aragón.
Tu padre era más joven que él y no era tan bueno ni como él, ni como otros
que llegaron al primer equipo. Aquella época sí que era una gozada.
Para mí ahí está la auténtica salvación del Real Zaragoza.
Mira, recuerdo que mi generación estrenó la Ciudad Deportiva. Fue un
proyecto innovador en aquellos años. Y no fue fruto de la casualidad, fue
producto del trabajo bien hecho, de apostar por entrenadores de la casa y que
conocían a los chavales que llegaban. Recuerdo con cariño a Manolo
Villanova, a Luis Costa, a Rafael Teresa a Jorge Font, y al “brujo” José Luis
Torrado, ¡vaya preparación física!. Entrenábamos más duro que el primer
equipo. Igual no éramos grandes estilistas, pero a correr, a correr y a pelear no
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