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quizás desde que los ingleses lo llevaron a las playas de Huelva a finales del<br />
siglo XIX. Realmente no se sabía si era zurdo o diestro, pues le daba al balón<br />
igual de mal con ambas piernas y cuentan que no veía bien por uno de los ojos,<br />
quizás porque ninguno de los pases que envió a sus pobres compañero se<br />
acercó a menos de dos metros de su teórico destinatario. Su aspecto era<br />
desgarbado y poco estético, verlo correr producía una sensación que iba de la<br />
hilaridad a la ternura. Algunos decían que lo habían visto en aquellos<br />
documentales de campos de concentración de la guerra de Bosnia, quizás<br />
porque su rostro denotaba un hambre de siglos, su dentadura recordaba a la<br />
del cantante de The Pogues y un halo de tristeza y melancolía invadían su<br />
mirada.<br />
A pesar de sus nulas aptitudes, Dimitri llegó a disputar algunos<br />
encuentros y fue el memorable protagonista de una de las jugadas más<br />
estrambóticas que se recuerdan en La Romareda (y en todo el fútbol español) y<br />
que sirvió para que el público lo aclamara al final de partido como al mejor<br />
gladiador del Coliseo romano, además de para evitar el descenso a segunda<br />
división.<br />
Fue en un Zaragoza-Barcelona de la temporada 10/11, último partido de<br />
Liga. Si se conseguía la victoria, el equipo salvaba la categoría, como en los<br />
últimos años. Nadie daba un duro por el equipo, pues a pesar de haber<br />
remontado en las últimas jornadas, llegaba al partido con importantes bajas y el<br />
Barça se presentaba con casi toda la artillería pesada, aunque solo jugándose<br />
la honrilla.<br />
Increíblemente se llegó a la prolongación con 3-2 a favor de los<br />
blanquillos. Con todo el Zaragoza encerrado en su área, el Barça trenzó una de<br />
esas jugadas fantásticas que habían maravillado al mundo y que a mí tanto me<br />
hacían rabiar. Messi logró esquivar a Roberto, aunque un mal bote del balón le<br />
hizo escorarse un poco. Controló de nuevo y dribló a Paredes (que quedó en el<br />
suelo haciendo un inexplicable y doloroso spagat) y a Lanzaro y descargó un<br />
zapatazo para batir a Roberto, que se había podido recuperar y ya cubría<br />
ángulo. El balonazo golpeó de forma brutal en la cara de Dimitri, que acertó a<br />
pasar por ahí, y cayó redondo junto al poste izquierdo, con la cabeza sobre la<br />
línea de gol. La pelota salió rebotada hacia las inmediaciones del punto de<br />
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