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de dimes y diretes, de trueque y cambalache y, también de vez en cuando, se<br />
escapaba algún cotilleo sobre famosos de la tele. De política también se<br />
hablaba, aunque ahí el pequeño Juan se hacía un lío y se extrañaba cuando la<br />
vehemencia subía de tono. En ese momento, tan tenso que hasta el cliente<br />
callado y discreto que ojeaba el “interviú” apartaba su mirada de las fotos de<br />
“gachís”, las afiladas tijeras dejaban de emitir su metálico sonido de “schick,<br />
schick” y Leopoldo, que nunca se enfadaba, se convertía en árbitro pacificador<br />
y todo volvía a la normalidad.<br />
De lo que más se hablaba era de fútbol. Del Real Zaragoza. Los clientes,<br />
mayormente hombres y de edades variadas, hablaban y hablaban sobre el<br />
equipo y los jugadores, sus resultados y su estilo de juego. A veces se hablaba<br />
del Madrid, del Barcelona o de los “Atletics”, pero sobre todos, se hablaba del<br />
equipo del león. Y no de forma ajena, ni en un tono triste. No, esa gente lo<br />
sentía desde dentro, eran zaragozanos y zaragocistas, y comentaban la<br />
jornada con pasión. Cada uno hablaba como si tuviera la posesión de la verdad<br />
sobre los remedios de los males del equipo, que eran por entonces, no entrar<br />
en los puestos de la Copa de la UEFA.<br />
Entre el humo, el sonido de la navaja de barbero contra la banda de<br />
cuero que servía para afilar, y el suelo lleno de cabelleras desmechadas, el<br />
pequeño Juan aprendió a querer al equipo de su ciudad a base de escuchar las<br />
efusivas conversaciones de los clientes. De entre estos, los que se llevaban la<br />
flor de la atención, los que más impregnaban de respeto la tertulia, eran los que<br />
iban los domingos al estadio, los socios que veían de primera mano los<br />
partidos y que hablaban del Zaragoza de Amarilla y Valdano con la suficiencia<br />
del que ha visto jugar a los Magníficos. El resto, que no eran pocos, se<br />
conformaban con los resúmenes en blanco y negro de “Estudio Estadio” o con<br />
las nada desdeñables locuciones radiofónicas de los grandes locutores de<br />
entonces.<br />
Con el tiempo, el joven Juan cambió de casa, de barrio, y de peluquería,<br />
pero para entonces ya era socio del Real Zaragoza. Vivió la época dorada de<br />
las Copas del Rey y viajó a París para traerse de vuelta una Recopa de<br />
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