I.Relatos.Aupazaragoza

que fue (cero a cero y penaltis). Con nuestro capitán subiendo al palco a
recoger un pedazo de copa…
Claro, que yo era un niño, y todo me parecía magnífico. Luego vinieron
tiempos mejores, tiempos peores, alegrías, decepciones, éxitos, fracasos…
Como la vida misma. Crecí, me enamoré, me dio calabazas, insistí, me volvió a
dar calabazas, dejé la guardería, hice EGB, BUP y COU, voté a la OTAN,
apareció la ACB, el CAI, me aficioné a la NBA… Cuántas iniciales. Ahora me
explico por qué siempre he llamado MJ a mi señora. La vida empezó a dar
vueltas: empezar a trabajar en casa, trabajo en Guara, trabajo en los Pirineos,
vuelta a Zaragoza, otra vez fuera, a Soria, y hasta ahora, aquí, en Logroño. A
ver cuándo vuelvo. Y, hablando de volver, ¿dónde estará mi hermana? Se
supone que me recogía al pasar por aquí. Y ya son las once.
Susana iba volada. La verdad es que su vida siempre ha sido muy
movida. Pero lo de hoy era para nota. Menos mal que sus compañeras del
hospital eran como las del refrán: compañeras y, sin embargo, amigas. Porque
había conseguido cambiar sus turnos y sus guardias sin ningún problema,
aunque haciendo encajes de bolillos con los cuadrantes del horario. Eso sí, la
semana que viene voy a tener hospital para desayunar, comer, merendar,
cenar y dormir. Casi le debo turnos hasta al reponedor de la máquina de café.
Pero merece la pena.
Ahora que ya voy en el coche, por la autopista, con el piloto automático
puesto, como llama mi hijo al regulador de velocidad, ya me puedo relajar. Ya
está todo hecho. Y lo que me haya olvidado, ya no tiene remedio. Lo principal
está: César está con su padre. Lo demás da igual. Se lo llevará al paseo de la
Isla, a ver el río Arlanzón, y se lo pasarán pipa. Me lo podría haber traído, para
que viera a sus abuelos y a sus tías abuelas, pero me apetecía pasar este fin
de semana sola con mis hermanos y mi padre.
Aunque me haya dado muchos quebraderos de cabeza, y al principio le
rezongase mucho a mi hermano pequeño, la verdad es que tuvo una idea
genial. Juntarnos como cuando todos vivíamos en Zaragoza, e ir a La
Romareda. Ese solo, ya hubiese sido un buen plan. Pero coincidir con el
cumpleaños del abuelo y que sean 100 años, lo hace especial, que diría Martín.
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