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I.Relatos.Aupazaragoza

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perseguirles, corriendo sin parar hasta que se cansaban, se rendían y tenían<br />

que retirar sus palabras.<br />

Unos días antes de llevarme a aquel parque me enseñó el recorte de un<br />

viejo periódico, su papel amarilleaba. Se veía a Belló marcándole el cuarto gol<br />

al Athletic. Me lo relataría cientos de veces, yo se lo pedía, y puedo decir que<br />

es como si yo también hubiera visto aquel partido. Me lo contó todo, cómo se<br />

marcaron los cuatro goles, las ocasiones perdidas, lo que atacó también el<br />

Athletic pero sin éxito, lo que corrían nuestros jugadores que parecían no once<br />

sino veintidós sobre el campo, la agonía del tiempo de prolongación. Y al final,<br />

el entusiasmo incontenible de los hinchas de entonces celebrando aquel triunfo<br />

increíble. Hasta en otros campos lo vivieron con emoción y celebraron el triunfo<br />

de los nuestros. Me contó el detalle de nuestro entrenador, Berkessy, entrando<br />

al vestuario del Athletic para felicitarles por el partido que habían hecho y,<br />

aunque parezca increíble, ellos también le abrazaron y le felicitaron por la<br />

hazaña.<br />

El abuelo estaba tan entusiasmado con sus mediciones en el parque que<br />

al final lo dejé y me puse a jugar yo solo. Me imaginé la portería entre dos<br />

grandes pinos y empecé a tirar tiros. Enseguida se acercaron varios chicos que<br />

me preguntaron si podían jugar y empezamos un partido de lado a lado del<br />

escaso césped del parque. En una de las jugadas me tocó ir a buscar el balón.<br />

Aquel perro lo había atrapado y lo protegía bajo sus patas. Un hombre más alto<br />

que el abuelo y más joven lo estaba acariciando. Era delgado, algo desgarbado<br />

hubiera dicho mi madre, pero tenía pinta de ser de esos a los que no es fácil<br />

ganarles en una carrera. Me vio y empezó a hablarme.<br />

―Eh, chaval ¿Es tuya esta pelota? –me preguntó.<br />

Asentí y él se la quitó al perro. Empezó a tocarla con las dos piernas,<br />

con las rodillas, con la cabeza. Me pareció que tenía que ser profesional, a lo<br />

mejor incluso algún jugador del Zaragoza. Llevaba una camiseta blanca<br />

remangada hasta los codos con varios lazos en el pico de su cuello y un<br />

pantalón azul muy ancho que parecía un bañador de esos que se ponía mi<br />

padre en verano.<br />

―¡Vaya balón! ¿Es nuevo? Yo juego con otros más gastados.<br />

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