I.Relatos.Aupazaragoza

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mano al bolsillo trasero y se guarda la cartera. Y mientras tanto suenan todavía por megafonía las últimas estrofas: “…cuando muera que así pinten mi ataúd”. - 10 -
José Antonio González de la Cuesta EL GIGANTE Parece un dragón dormido. Durante el rápido caminar cogido de la mano, no puede apartar la mirada de esa burbuja brillante en la oscuridad. En esa claridad detenida, se ve en el pesado aire suspendido lo que le parecen partículas de humo. La mole de hormigón se yergue ante él invitándole a entrar desde cada una de sus puertas. Es una llamada que lleva tiempo escuchando. Algunos amigos no dicen bien el nombre, Romadera; hay personas mayores que tampoco saben decirlo, Romadera. No sabe lo que significa pero le parece bonito: La Romareda. Y lo dice bien. Una vez dentro, asoma al final del pequeño túnel que se le hace eterno y es recibido por una explosión de verde y luz. La poderosa imagen le inunda y le supera pero la pospone. Es como la espera en el pasillo antes de entrar a ver lo que han traído los Reyes Magos. Paralizado, alza la vista hacia las torres de luz. Imponentes, asemejan cuatro soles. Deberían ser lunas, es de noche, pero nadie juega con la luz de la luna. Comprueba con alivio que las cuatro funcionan. Al venir veía unas encendidas y, preocupado, otras no. No son soles, sólo iluminan por un lado. Las ha buscado desde lejos, como tantas veces hizo de día al pasar por la zona hacia cualquier otro sitio. Le habían dicho para qué servían pero siempre sospechó de que estuvieran fuera del estadio y tuvieran una puerta, como las torres de un castillo. Quién viviría ahí, ¿un farero?, ¿uno en cada una? Tras la contemplación directa de los focos, ve flotando ante él luces incandescentes cuyo fulgor aumenta en cada guiño de sus ojos hasta que se acostumbra. Baja con cuidado, temiendo despertarle. Nota la respiración convulsa de la piedra. No hay asientos. Todo son asientos, todo es de pie, cada uno elige. Sigue bajando hasta el final de la grada, lo más cerca que puede del césped, igual que al llegar por primera vez a la playa se va directo hasta el mar. Sólo la valla le separa del campo, ¿protege a los jugadores de nosotros o a nosotros de los jugadores? Ellos son los distintos. - 11 -
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Hoy no puede moverse de la cama, le
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EL CIERZO A. Javier Dieste Torres L
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EL AMOR A UNOS COLORES Pablo Moros
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UNA TARDE INOLVIDABLE Roberto Ferre
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VICTORIA Hebert Poll Gutierrez “D
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ZARAGOZA FASCINANTE Juan Antonio Se
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