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I.Relatos.Aupazaragoza

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EL ÚLTIMO REMATE<br />

Emilio Gil Moya<br />

- Mamá, me voy que llego tarde – le había dicho cuando se cruzaron en<br />

la parada del autobús. Le dio un beso y subió al 40 mientras buscaba en el<br />

bolsillo trasero de su pantalón vaquero la tarjeta del bus. Saludó como siempre<br />

a Pedro –debe ser duro conducir un autobús por la ciudad, pensó –y la vio<br />

alejarse con paso cansino hacia casa. Le había visto cara de cansada. Y triste.<br />

Habían pasado ya 20 años y sin embargo vivía ese día como si el tiempo no<br />

hubiese transcurrido.<br />

Pese al tráfico, la destreza de Pedro se hizo notar y con más de veinte<br />

minutos de tiempo estaba accionando el tormo de la puerta 16. Subió, como<br />

siempre, los escalones de dos en dos y recorrió de memoria el tramo que le<br />

separaba de su localidad. Sacó la cartera para guardar el carnet y las vio.<br />

Envejecidas por el tiempo, allí estaban. Desde aquel día las había llevado<br />

siempre encima. Mientras los recuerdos se agolpaban, los altavoces trataban<br />

de dar color a las gradas:<br />

“Mil banderas ondearan, en las torres del Pilar….”<br />

No lo pudo evitar. Los ojos se le humedecieron y la tristeza creó un halo<br />

que le aisló de todo cuanto le rodeaba. Y recordó…<br />

- Papá, si llegamos a la final nos vamos a París. Quien sabe cuándo<br />

veremos otra igual.<br />

Acababa de finalizar el partido de vuelta de la primera ronda y el<br />

contundente cuatro a cero con el que habían eliminado al Gloria Bistrita<br />

provocó en Pascual una euforia desmesurada.<br />

Había disfrutado del partido más que en cualquier otra ocasión. Sin<br />

saber explicarlo, algo había en los ojos de aquel entrenador novato que le<br />

había encandilado. Pero sobre todo, había visto a su padre. Durante todo el<br />

partido no había dejado de observarle. Sentado en su lado favorito del sofá, se<br />

había tapado con aquella manta de cuadros que mamá trataba siempre de<br />

tener perfectamente doblada. Las manos, curtidas por años de volante y<br />

- 5 -

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