You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
EL HOMBRE GOL<br />
Nitza Gómez González<br />
Emilio vino al mundo el 20 de marzo de 1951, aquel histórico día en que<br />
fuera bautizado el equipo predilecto de su padre con el nombre de “Real<br />
Zaragoza Club Deportivo”. Por lo tanto, él, Emilio, era un privilegiado, un<br />
elegido, ¡sería un ganador, un hombre gol!<br />
Mientras Emilio crecía dentro de los pañales, su padre moría, su madre<br />
tomaba las riendas de la familia y el Real Zaragoza construía La Romareda, en<br />
los terrenos del antiguo campo de Torrero.<br />
Lo primero que hizo Emilio cuando aprendió a caminar, fue patear un<br />
balón de fútbol. Y lo segundo que pasó fue que su madre, aterrorizada por la<br />
caída que se pegó, abolió definitivamente de su vida cualquier balón, mención<br />
o juego relacionado con ese deporte que, no obstante, ya había marcado la<br />
vida de Emilio para siempre.<br />
Por los huecos de las cercas de madera que rodeaban su casa, Emilio<br />
no se perdía un partido de los muchos que disputaban a diario sus paisanos. Él<br />
era feliz trazando estrategias mentales que siempre daban por resultado una<br />
lluvia de goles. Mientras los chicos del barrio se dejaban las suelas y hasta los<br />
zapatos completos en la dura tierra, él se dejaba los dedos engarrotados por el<br />
frenesí con que, lápiz en mano, anotaba todo el santo día las posibles acciones<br />
de delanteros, centrocampistas, defensas y porteros. Únicamente el grito de su<br />
madre: ¡a cenar!, lo arrancaba de su envidiable posición.<br />
Al filo de cumplir los 11 años, Emilio recibió un regalo que su madre no<br />
pudo objetar: su padrino, hombre amante de todo lo que oliera a cultura e<br />
intelectualidad, le traía de América un aparato de radio para que “se sintonizara<br />
un poco con la cultura universal”. Ni corto ni perezoso, una vez al amparo de su<br />
pequeña habitación, Emilio lloró de alegría ante aquella maravilla que cruzara<br />
el océano para que él, Emilio, pudiera al fin escuchar la transmisión de un<br />
partido de fútbol. Era un aparato de transistores, último modelo, perfectamente<br />
portable y con los sonidos que Emilio tanto deseaba escuchar. Fue así que a<br />
- 116 -