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APOCALIPSIS BLANQUILLA<br />
José Ángel Tejero Giner<br />
No sé si alguien llegará alguna vez a leer estas líneas. No me gusta el<br />
fútbol, nunca me ha interesado y si alguien me hubiera preguntado si alguna<br />
vez creía que pudiera llegar a ser importante en mi vida me hubiera muerto de<br />
la risa. Y parece que eso es lo que va a pasar, que me acabará costando la<br />
vida. Y no me hace ni puñetera gracia.<br />
He oído decir que la mayor habilidad del demonio es precisamente lograr<br />
que nadie crea en él. Y así se esconde tras la leyenda urbana, la excusa<br />
indulgente con la que sortear el miedo que nos produce nuestro innato<br />
salvajismo o el eslabón supersticioso con el que justificar lo injustificable del<br />
que ha nacido miserable, porque por mucho que la historia se empeñe en<br />
engalanarle, Rousseau era bobo. Pero existe, vaya si existe. No el de los<br />
cuernos y las orgías con las brujas en los profundos bosques pirenaicos, no el<br />
sexy súcubo que apela a tu apetito carnal para apoderarse de tu voluntad, no<br />
uno, muchos, centenares, miles de ellos, dentro de muchos de nosotros. El<br />
demonio son ellos. Se organizan en pequeños grupos que en la sombra<br />
manipulan y destruyen los escasos grupúsculos de resistencia, a mayor gloria<br />
del orden real, ni legal ni escrito.<br />
Cuando comenzó 2014 en España había cosas que no se podían tocar.<br />
Lo sabíamos y entendiéndolo o no, compartiéndolo o no, transigíamos, porque<br />
era lo que debía ser. La iglesia y el fútbol eran sagrados. Y ni se podía elegir<br />
iglesia ni podías desvincularte del bipartidismo balompédico legitimado<br />
consuetudinariamente. Pero la ambición de ese secreto y secretista orden se<br />
dejó llevar por la gula y decidió conducir al fútbol al fin último con el que había<br />
sido creado, convirtiéndolo en la perfecta herramienta de control y castigo,<br />
porque ya no les bastaba con manipular someramente. Ansiaban el control<br />
total. La lobotomía generalizada.<br />
Una especie de absurda selección natural dicotomizada quedó patente y<br />
hasta pareció razonable. Las normas eran simples. Podías simpatizar con un<br />
equipillo, con la excusa de mi primer equipo y mi segundo, incluso mi tercero.<br />
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