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José Antonio González de la Cuesta<br />
EL GIGANTE<br />
Parece un dragón dormido. Durante el rápido caminar cogido de la<br />
mano, no puede apartar la mirada de esa burbuja brillante en la oscuridad. En<br />
esa claridad detenida, se ve en el pesado aire suspendido lo que le parecen<br />
partículas de humo. La mole de hormigón se yergue ante él invitándole a entrar<br />
desde cada una de sus puertas. Es una llamada que lleva tiempo escuchando.<br />
Algunos amigos no dicen bien el nombre, Romadera; hay personas mayores<br />
que tampoco saben decirlo, Romadera. No sabe lo que significa pero le parece<br />
bonito: La Romareda. Y lo dice bien.<br />
Una vez dentro, asoma al final del pequeño túnel que se le hace eterno y<br />
es recibido por una explosión de verde y luz. La poderosa imagen le inunda y le<br />
supera pero la pospone. Es como la espera en el pasillo antes de entrar a ver<br />
lo que han traído los Reyes Magos.<br />
Paralizado, alza la vista hacia las torres de luz. Imponentes, asemejan<br />
cuatro soles. Deberían ser lunas, es de noche, pero nadie juega con la luz de la<br />
luna. Comprueba con alivio que las cuatro funcionan. Al venir veía unas<br />
encendidas y, preocupado, otras no. No son soles, sólo iluminan por un lado.<br />
Las ha buscado desde lejos, como tantas veces hizo de día al pasar por la<br />
zona hacia cualquier otro sitio. Le habían dicho para qué servían pero siempre<br />
sospechó de que estuvieran fuera del estadio y tuvieran una puerta, como las<br />
torres de un castillo. Quién viviría ahí, ¿un farero?, ¿uno en cada una? Tras la<br />
contemplación directa de los focos, ve flotando ante él luces incandescentes<br />
cuyo fulgor aumenta en cada guiño de sus ojos hasta que se acostumbra.<br />
Baja con cuidado, temiendo despertarle. Nota la respiración convulsa de<br />
la piedra. No hay asientos. Todo son asientos, todo es de pie, cada uno elige.<br />
Sigue bajando hasta el final de la grada, lo más cerca que puede del césped,<br />
igual que al llegar por primera vez a la playa se va directo hasta el mar. Sólo la<br />
valla le separa del campo, ¿protege a los jugadores de nosotros o a nosotros<br />
de los jugadores? Ellos son los distintos.<br />
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