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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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sociedad a otra, o de un momento histórico a otro. La "niñez" es una invención histórica reciente, y<br />

<strong>la</strong> gama de <strong>la</strong>s diferentes estructuras históricas incluidas en el vocablo "familia" hace que tenga<br />

valor limitado. <strong>Una</strong> creencia que al parecer no ha cambiado en esas instituciones es <strong>la</strong> que supone<br />

que <strong>la</strong>s nenas y <strong>la</strong>s mujeres son inferiores a los niños y a los hombres: es este un prejuicio que parece<br />

unificar a toda <strong>la</strong>s sociedades conocidas. Como es un prejuicio con hondas raíces en nuestro<br />

desarrollo inicial —sexual y familiar— el psicoanálisis ha adquirido gran importancia para algunas<br />

feministas.<br />

Uno de los técnicos freudianos a quien han recurrido esas feministas es el psicoanalista<br />

francés Jacques Lacan. No es que Lacan sea un pensador feminista: por el contrario, su actitud<br />

frente a los movimientos feministas es por lo general arrogante y despreciativa. Con todo, <strong>la</strong> obra de<br />

Lacan es un intento notablemente original de "reescnbir" <strong>la</strong> teoría freudiana en formas que interesan<br />

a quienes estudian <strong>la</strong>s cuestiones re<strong>la</strong>tivas al sujeto humano, su lugar en <strong>la</strong> sociedad y, sobre todo,<br />

sus re<strong>la</strong>ciones con el lenguaje.<br />

A esto último se debe que Lacan también interese a los teóricos literarios. En sus Ecrits,<br />

Lacan busca reinterpretar a Freud a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong>s teorías estructuralistas y postestructuralistas del<br />

discurso, y aunque el resultado es un conjunto de escritos a veces desconcertantemente oscuro y<br />

enigmático, deberemos analizarlo brevemente para ver cómo se re<strong>la</strong>cionan entre sí el<br />

postestructuralismo y el psicoanálisis.<br />

Ya expuse cómo Freud afirma que en una primera etapa del desarrollo de un niño todavía<br />

no es posible una distinción c<strong>la</strong>ra entre <strong>la</strong> persona y el mundo exterior. A esta forma de ser Lacan le<br />

da el nombre de "imaginaria", con lo cual quiere indicar una condición donde carecemos de un<br />

centro definido del yo, en donde el "yo" que podamos tener parece pasar a los objetos y éstos a ese<br />

"yo", dentro de un incesante intercambio cerrado. En <strong>la</strong> etapa preedipal, el niño vive una re<strong>la</strong>ción<br />

"simbiótica" con el cuerpo de su madre que ve<strong>la</strong> cualquier línea divisoria entre los dos: <strong>la</strong> criatura<br />

depende de ese cuerpo para vivir, pero también podríamos imaginar que ese niño experimenta lo<br />

que sabe sobre el mundo exterior como si dependiera de él. Esta fusión de identidades no es tan<br />

feliz como podría parecer a primera vista, según afirma <strong>la</strong> teórica freudiana Me<strong>la</strong>nie Klein: a muy<br />

temprana edad el niño abriga instintos agresivos, asesinos, contra el cuerpo de su madre; fantasea<br />

sobre cómo hacerlo pedazos, y sufre engaños paranoicos acerca de que ese cuerpo acabará por<br />

destruirlo. 2<br />

Si imaginamos a un niño pequeño contemplándose en un espejo —Lacan hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> "etapa<br />

espejo"— podemos ver cómo, desde el interior de esta etapa "imaginaria", comienza a darse en el<br />

niño el primer desenvolvimiento de un ego, de una imagen de sí mismo integrada. El niño, que aún<br />

sufre cierta falta de coordinación física, descubre que ante él se presenta reflejada en el espejo una<br />

imagen de sí mismo agradablemente unificada; y aunque su re<strong>la</strong>ción con esta imagen todavía sea<br />

del tipo "imaginario" —<strong>la</strong> imagen en el espejo es y no es él mismo, pues todavía predomina una<br />

diferenciación borrosa entre sujeto y objeto— ya dio principio el proceso de construcción de un<br />

centro del yo. Este yo, como lo sugiere <strong>la</strong> situación re<strong>la</strong>cionada con el espejo, es esencialmente<br />

narcisista: llegamos a un sentimiento de un "yo" al encontrar ese "yo" reflejado hacia nosotros<br />

mismos por algún objeto o persona que pertenece al mundo. Este objeto inmediatamente se<br />

convierte en una u otra forma en parte de nosotros mismos -nos identificamos con él- pero no en<br />

nosotros mismos, es un extraño. La imagen que el niño pequeño ve en el espejo es, en este sentido,<br />

una imagen "aberrante"; el niño cree reconocerse en <strong>la</strong> imagen, encuentra en el<strong>la</strong> una unidad<br />

agradable que en realidad no experimenta en su propio cuerpo. Para Lacan, lo imaginario consiste<br />

precisamente en este reino de imágenes donde hacemos identificaciones, pero al hacer<strong>la</strong>s nos<br />

percibimos mal y nos reconocemos mal. A medida que crece el niño, continuará haciendo esas<br />

identificaciones imaginarias con los objetos, y en esa forma se construye su ego. Para Lacan, el ego<br />

es este proceso narcisista por el cual fomentamos una individualidad unitaria encontrando en el<br />

mundo algo con lo cual podemos identificarnos.<br />

Al presentar <strong>la</strong> fase preedipal o imaginaria, estamos considerando un registro de ser en el<br />

2 Cf. Su Love, Guilt and Reparation and Other Works, 1921-1945 (Londres, 1975).<br />

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