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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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parte de <strong>la</strong> "oposición binaria" tan cara al estructuralismo. Así, para una sociedad dominada por<br />

quienes pertenecen al sexo masculino, el hombre es el principio básico y <strong>la</strong> mujer lo opuesto y lo<br />

excluido; y mientras tal distinción mantenga su puesto firmemente todo el sistema funcionará con<br />

eficiencia. ―Desconstrucción" es el nombre que se da a <strong>la</strong> operación crítica por <strong>la</strong> cual se pueden<br />

socavar en parte esas oposiciones, o por <strong>la</strong>s cuales se puede ver que se socavan mutuamente en el<br />

proceso del significado textual. La mujer es lo opuesto, lo "otro" en re<strong>la</strong>ción con el hombre. La mujer<br />

no es no-hombre, hombre defectuoso a quien se asigna un valor principalmente negativo en<br />

re<strong>la</strong>ción con el primer principio masculino. Igualmente, el hombre es lo que es sólo en virtud de que<br />

incesantemente deja fuera a ese opuesto, a ese "otro", de que se define a sí mismo dentro de una<br />

antítesis a ese otro, y que toda su identidad, por consiguiente, está peligrosamente atrapada en cada<br />

gesto con el cual procura reafirmar su existencia, autónoma y de características únicas. La mujer no<br />

es sencil<strong>la</strong>mente lo ―otro‖, en el sentido de algo situado más allá del horizonte masculino, sino lo<br />

―otro‖ íntimamente re<strong>la</strong>cionado con el hombre como imagen de lo que él no es, y, por lo tanto, un<br />

recordatorio constante de lo que sí es. El hombre, consiguientemente, necesita de este "otro" aun<br />

cuando lo desprecie; está obligado a dar una identidad positiva a lo que considera como no-cosa.<br />

Además de que su ser depende parasitariamente de <strong>la</strong> mujer y del acto que <strong>la</strong> excluye y <strong>la</strong><br />

subordina, una razón por <strong>la</strong> cual dicha exclusión es necesaria es que <strong>la</strong> mujer, después de todo, no<br />

puede ser tan totalmente "otro". Quizá sea signo de algo que se hal<strong>la</strong> en el hombre mismo y que el<br />

hombre necesita reprimir, expulsar más allá de su ser, relegar a una región tranquilizadoramente<br />

desp<strong>la</strong>zada más allá de sus propios límites definitivos. Quizás lo que está fuera también en alguna<br />

forma se encuentre dentro, quizá lo extraño también sea íntimo, de manera que el hombre necesita<br />

vigi<strong>la</strong>r <strong>la</strong> frontera precisa entre uno y otro terreno con el cuidado que acostumbra porque siempre<br />

puede ser vio<strong>la</strong>da, porque siempre ha sido vio<strong>la</strong>da y porque es mucho menos precisa de lo que<br />

parece.<br />

O sea que <strong>la</strong> ―desconstrucción‖ ha comprendido que <strong>la</strong>s oposiciones binarias, con <strong>la</strong>s que el<br />

estructuralismo clásico tiende a trabajar, representan una manera de considerar <strong>la</strong>s ideologías<br />

típicas. A <strong>la</strong>s ideologías les gustan los límites muy estrictos entre lo aceptable y lo inaceptable, entre<br />

el yo y lo no-yo, entre verdad y falsedad, entre buen sentido y tontería, entre razón y locura, central<br />

y marginal, superficie y profundidad. Este pensamiento metafísico, como ya dije, no puede eludirse<br />

sin más ni más: no podemos <strong>la</strong>nzarnos por encima de este hábito del pensamiento binario para<br />

llegar a un terreno ultrametafísico. Empero, mediante cierta forma de trabajar sobre los textos<br />

–―<strong>literaria</strong>‖ o bien "filosófica"- puede empezar a deshacerse de esas oposiciones, y a demostrar<br />

cómo un término de <strong>la</strong> antítesis queda secretamente inherente en el otro. Por lo general el<br />

estructuralismo se sentía satisfecho cuando podía convertir un texto en oposiciones binarias<br />

(alto/bajo, c<strong>la</strong>ro/oscuro, naturaleza/cultura, etc.), y exponer <strong>la</strong> lógica de su funcionamiento. La<br />

desconstrucción intenta poner de manifiesto cómo esas oposiciones, a fin de conservar su sitio, a<br />

veces caen en <strong>la</strong> trampa de trastocarse o de desplomarse, o necesitan desterrar a lo marginal del<br />

texto ciertas molestas fruslerías que bien pueden regresar para seguir molestando. La costumbre<br />

típica de Derrida en materia de lectura consiste en tomar algún fragmento del texto aparentemente<br />

periférico —una nota al calce, un término o una imagen recurrentes pero de poca importancia- y<br />

trabajar tenazmente hasta llegar al punto donde amenaza con desmante<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s oposiciones que<br />

rigen el texto considerado como un todo. Es decir, que <strong>la</strong> táctica de <strong>la</strong> crítica desconstructiva<br />

consiste en hacer ver cómo los textos acaban por poner en aprietos sus propios sistemas de lógica.<br />

La desconstrucción pone esto de manifiesto aferrándose a los puntos "sintomáticos", a <strong>la</strong>s aporías o<br />

callejones sin salida del significado, donde los textos se meten en dificultades, se desarticu<strong>la</strong>n y<br />

están a punto de contradecirse a sí mismos.<br />

No se trata exclusivamente de una observación empírica sobre ciertas maneras de escribir:<br />

es una proposición universal sobre <strong>la</strong> naturaleza de <strong>la</strong> escritura misma. Si <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong><br />

significación con <strong>la</strong> cual di principio a este capítulo tiene alguna validez, entonces hay algo en el<br />

hecho mismo de escribir que en fin de cuentas se libra de toda lógica y de todos los sistemas. El<br />

significado fluctúa continuamente, se derrama, se atenúa —lo que Derrida l<strong>la</strong>ma "diseminación"-, lo<br />

cual no cabe fácilmente dentro de <strong>la</strong>s categorías de <strong>la</strong> estructura del texto, o dentro de <strong>la</strong>s categorías<br />

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