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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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(cuestión referente a lo que <strong>la</strong> gente opine sobre él) porque no hay literatura ―de veras‖ grande ni<br />

―de veras‖ insignificante si se desliga de <strong>la</strong>s formas en que se considera lo escrito dentro de <strong>la</strong>s<br />

formas específicas de <strong>la</strong> vida social e institucional. Existe una infinidad de formas de tratar a<br />

Shakespeare, pero no todas el<strong>la</strong>s cuentan como crítica <strong>literaria</strong>. Quizá el propio Shakespeare, sus<br />

amigos y actores, no hab<strong>la</strong>ban de sus obras en alguna forma que nosotros pudiéramos considerar<br />

propia de <strong>la</strong> crítica <strong>literaria</strong>. Quizá algo de lo más interesante que pudiera decirse sobre los dramas<br />

shakesperianos tampoco encajará dentro de <strong>la</strong> crítica <strong>literaria</strong>. Ésta selecciona, procesa, corrige y<br />

rescribe textos de conformidad con ciertas normas institucionalizadas de lo ―literario‖ (normas<br />

siempre discutibles e históricamente variables). Si bien dije que el discurso crítico carece de<br />

significado determinado, sin duda existen muchas formas de hab<strong>la</strong>r de literatura a <strong>la</strong>s que excluye<br />

el discurso crítico, y muchas maniobras y estrategias que descalifica por inválidas, ilícitas, carentes<br />

de crítica, inanes. Su aparente generosidad en el nivel del significado sólo es equiparable a su<br />

intolerancia sectaria en el nivel del significante. Por así decirlo, se reconocen y a veces se toleran los<br />

dialectos regionales del discurso, pero a condición de que no parezcan una lengua totalmente<br />

diferente. Obrar así es reconocer con absoluta c<strong>la</strong>ridad que el discurso crítico es poder. Encontrarse<br />

en el interior del discurso equivale a no tener ojos para ver ese poder, ¿pues qué cosa es más natural<br />

y no dominante que hab<strong>la</strong>r nuestra propia lengua?<br />

El poder del discurso crítico se mueve en varios niveles. Existe el poder que realiza con el<br />

lenguaje <strong>la</strong>bores ―policíacas‖ que determina que ciertas afirmaciones deben quedar excluidas<br />

porque no se adaptan a lo que resulta aceptable decir. Existe el poder que vigi<strong>la</strong> lo que se escribe y<br />

lo c<strong>la</strong>sifica en "literario y no literario‖, en permanentemente grandioso y efímeramente popu<strong>la</strong>r.<br />

Existe el poder de <strong>la</strong> autoridad frente a los demás, <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones de poder entre quienes definen y<br />

preservan el discurso y entre quienes, debidamente seleccionados, pueden ingresar al discurso.<br />

Existe el poder de dar un certificado —o de negarlo— a quienes se considera capaces de emplear el<br />

discurso bien o mal. En fin, se trata de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones de poder entre <strong>la</strong> institución<br />

académico-<strong>literaria</strong>, en cuyo seno ocurre todo lo anterior y los intereses de poder dominantes en <strong>la</strong><br />

sociedad en general, cuyas necesidades ideológicas resultan beneficiadas y cuyo personal se<br />

reproduce gracias a <strong>la</strong> preservación y extensión contro<strong>la</strong>da del discurso en cuestión.<br />

He afirmado que <strong>la</strong>s posibilidades de extensión -teóricamente ilimitadas- del discurso<br />

crítico, el hecho de que sólo arbitrariamente se reduzca a <strong>la</strong> ―literatura‖, es o debiera ser motivo de<br />

vergüenza para los guardianes del canon. Los objetos de <strong>la</strong> crítica, como los del impulso freudiano,<br />

en cierto sentido son contingentes e irreemp<strong>la</strong>zables. Aun cuando parezca irónico, <strong>la</strong> crítica sólo se<br />

dio realmente cuenta de este hecho cuando, al tener <strong>la</strong> impresión de que su humanismo liberal se<br />

estaba quedando sin combustible, buscó ayuda en métodos críticos más ambiciosos o rigurosos.<br />

Pensó que al añadir una pizca de juicioso análisis histórico aquí o ingiriendo allá una dosis<br />

prudente de estructuralismo, podría explotar enfoques que de otra forma resultarían extraños para<br />

apunta<strong>la</strong>r su decreciente haber espiritual. Pero quizá se enredaron <strong>la</strong>s cosas. No es posible<br />

dedicarse a un análisis histórico de <strong>la</strong> literatura sin reconocer que <strong>la</strong> literatura misma es una<br />

invención histórica reciente: no se pueden aplicar herramientas estructuralistas a El paraíso perdido<br />

sin reconocer que esas mismas herramientas pueden aplicarse al tabloide Daily Mirror. Así, <strong>la</strong> crítica<br />

puede autoapunta<strong>la</strong>rse pero corriendo el riesgo de perder su objeto definidor. Se enfrenta a una<br />

alternativa poco envidiable, o ahogarse o sofocarse. Si <strong>la</strong> teoría <strong>literaria</strong> insiste más de <strong>la</strong> cuenta en<br />

sus propias implicaciones, se anu<strong>la</strong>rá a sí misma a fuerza de argumentar.<br />

Yo sugeriría que lo mejor que puede hacer es lo siguiente: <strong>la</strong> acción lógica final en un<br />

proceso que principio por reconocer que <strong>la</strong> literatura es una ilusión, sería reconocer que <strong>la</strong> teoría<br />

también es una ilusión. Por supuesto que no es una ilusión en el sentido de que haya yo inventado a<br />

<strong>la</strong>s personas cuya obra discutí en este libro. Northrop Frye y F. R. Leavis existen de verdad. Es una<br />

ilusión, en primer lugar, porque <strong>la</strong> teoría <strong>literaria</strong> -espero haberlo demostrado— no pasa de ser una<br />

rama de <strong>la</strong>s ideologías sociales, carente en absoluto de unidad o identidad que <strong>la</strong> puedan<br />

diferenciar adecuadamente de <strong>la</strong> filosofía, de <strong>la</strong> lingüística, de <strong>la</strong> psicología, del pensamiento<br />

cultural o sociológico. En segundo lugar, porque <strong>la</strong> única esperanza que tiene de distinguirse<br />

—aferrándose a un objeto l<strong>la</strong>mado literatura- está fuera de lugar. Debemos concluir, entonces, que<br />

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