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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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El niño que sale de <strong>la</strong>s etapas preedipales que hemos estado siguiendo es, además de<br />

anárquico y sádico, incestuoso: <strong>la</strong> estrecha re<strong>la</strong>ción de una criatura de sexo masculino con el cuerpo<br />

de su madre lo conduce a desear inconscientemente <strong>la</strong> unión sexual con el<strong>la</strong>. La niña, a su vez, que<br />

también estuvo unida a su madre en forma simi<strong>la</strong>r y cuyo primer deseo es, por lo tanto<br />

homosexual, comienza a orientar su libido hacia el padre. O sea que <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción inicialmente<br />

"diádica" -o constituida por dos términos- entre <strong>la</strong> criatura y su madre, se ha convertido en un<br />

triángulo formado por <strong>la</strong> criatura y ambos padres; para el infante, el padre del mismo sexo se<br />

convertirá en rival en cuanto al efecto del padre del sexo opuesto.<br />

Lo que convence al varoncito para que abandone sus deseos incestuosos es que el padre<br />

amenaza con castrarlo. No es necesario que esta amenaza sea formu<strong>la</strong>da oralmente, pues el niño al<br />

darse cuenta de que <strong>la</strong> niña está "castrada" comienza a imaginar que puede recaer sobre él el mismo<br />

castigo. Así reprime, ansiosamente resignado, sus deseos incestuosos, se ajusta al "principio de <strong>la</strong><br />

realidad", se somete a su padre, se desprende de su madre, y se reconforta con el consuelo<br />

inconsciente de que aun cuando ya no puede ahora tener esperanza de expulsar a su padre y de<br />

poseer a su madre, su padre simboliza un lugar, una posibilidad de lo que él mismo podrá tomar y<br />

realizar en el futuro. Si todavía no es patriarca, lo será más tarde. El niño hace <strong>la</strong>s paces con su<br />

padre, se identifica con él, y en esta forma llega al papel simbólico de <strong>la</strong> masculinidad. Se ha<br />

convertido en un sujeto sexuado al superar su complejo de Edipo. Eso sí, al hacerlo, empujó sus<br />

deseos prohibidos a reglones subterráneos, los reprimió y encerró en el lugar que denominamos<br />

subconsciente. No se trata de un lugar listo y en espera de recibir esos deseos: se produce y abre<br />

mediante ese acto de supresión primaria. Como ser en vías de convertirse en hombre, el niño<br />

crecerá dentro de <strong>la</strong>s imágenes y prácticas a <strong>la</strong>s que su sociedad define como "masculinas". Algún<br />

día llegará a ser padre, con lo cuál sostendrá a <strong>la</strong> sociedad y contribuirá a eso que se l<strong>la</strong>ma<br />

reproducción sexual. Su antigua y difusa libido se organizó pasando por el complejo de Edipo en<br />

una forma que lo centra en <strong>la</strong> sexualidad genital. Si el niño no logra vencer el complejo de Edipo,<br />

quizá quede sexualmente incapacitado para el papel de padre; quizá coloque <strong>la</strong> imagen de su<br />

madre encima de <strong>la</strong> de cualquier otra mujer, lo que, según Freud, puede conducir a <strong>la</strong><br />

homosexualidad.<br />

También es posible que al darse cuenta de que <strong>la</strong>s mujeres están "castradas" haya quedado<br />

tan profundamente traumatizado que sea incapaz de gozar con el<strong>la</strong>s de re<strong>la</strong>ciones sexuales<br />

satisfactorias.<br />

La historia de <strong>la</strong> niñita que pasa por el complejo de Edipo es mucho menos directa. Debe<br />

decirse de una vez que Freud fue un modelo de su sociedad dominada por el elemento masculino,<br />

sobre todo por su desconcierto ante <strong>la</strong> sexualidad femenina —"el continente oscuro", como alguna<br />

vez <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó—. Tendremos ocasión posteriormente de comentar <strong>la</strong>s actitudes degradantes, llenas de<br />

prejuicios contra <strong>la</strong>s mujeres, que desfiguran su obra. La forma en que p<strong>la</strong>ntea el proceso de<br />

edipalización de <strong>la</strong>s chicas difícilmente podría separarse de ese sexismo. La niñita, al darse cuenta<br />

de que es inferior porque está castrada, se aleja desilusionada de su madre, igualmente "castrada", y<br />

concibe el proyecto de seducir a su padre; pero como este proyecto está condenado al fracaso, tiene<br />

finalmente que volver —a regañadientes— a <strong>la</strong> madre, identificarse con el<strong>la</strong>, asumir el papel que<br />

corresponde a su sexo femenino, y sustituir el pene que envidia, pero que nunca podrá poseer, con<br />

un hijo que desea recibir de su propio padre. No hay ninguna razón obvia por <strong>la</strong> cual deba<br />

abandonar este deseo, dado que por estar ya castrada no pueden amenazar<strong>la</strong> con <strong>la</strong> castración, así,<br />

resulta difícil ver el mecanismo por el cual se desvanece su complejo de Edipo. La "castración", lejos<br />

de prohibir sus deseos incestuosos, como ocurre con el chico, es lo que ante todo los hace posibles.<br />

Más aún: para llegar al complejo de Edipo <strong>la</strong> niña debe cambiar su "objeto-amor" de <strong>la</strong> madre al<br />

padre, mientras que el chico sólo necesita seguir amando a <strong>la</strong> madre. Como el cambio de<br />

"objeto-amor" es una cuestión más compleja, más difícil, también p<strong>la</strong>ntea un problema re<strong>la</strong>tivo al<br />

complejo de Edipo femenino.<br />

Antes de abandonar estas cuestiones sobre el complejo de Edipo, hay que subrayar que en <strong>la</strong><br />

obra de Freud ocupa una posición indudablemente central. No se trata de un complejo más, sino de<br />

<strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones por <strong>la</strong>s cuales llegamos a ser los hombres y mujeres que somos. Se<br />

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