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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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irredimiblemente elitista. Desconfiaba de <strong>la</strong> capacidad —sobre lo cual estaba pésimamente<br />

informado- de quienes no habían tenido <strong>la</strong> suerte de seguir curso de letras inglesas en Downing<br />

College. Podría aceptarse a <strong>la</strong> gente "común y corriente" pero sólo en calidad de vaquerizos o<br />

campesinos australianos "rebosantes de vitalidad".<br />

Pero existía también otro problema, más o menos el reverso del anterior. Si por una parte no<br />

se podía calificar de gente embrutecida y desagradable a quienes no están capacitados para<br />

reconocer un encabalgamiento literario, por otra no era posible considerar moralmente puros a<br />

todos los enterados sobre <strong>la</strong> cuestión. Muchas personas estaban empapadas de <strong>la</strong> más refinada<br />

cultura, pero unos diez años después del nacimiento de Scrutiny se vio que no pudo evitar que<br />

algunas de el<strong>la</strong>s se dedicaran a dirigir actividades como el asesinato de judíos en Europa Central. La<br />

fuerza de <strong>la</strong> crítica que formu<strong>la</strong>ban los Leavis consistía en que sí podía responder a <strong>la</strong> pregunta<br />

"¿para qué leer literatura?", lo cual no ocurría con <strong>la</strong> posición de Sir Walter Raleigh. Dicho en pocas<br />

pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> respuesta era que <strong>la</strong> literatura nos hacía mejores. Casi no podría encontrarse una razón<br />

más persuasiva. Sin embargo, cuando <strong>la</strong>s tropas de los Aliados, algunos años después de <strong>la</strong><br />

fundación de Scrutiny, entraron a los campos de concentración, se arrestó a comandantes que<br />

durante sus ratos de ocio se habían entretenido leyendo a Goethe. ¿Cómo explicar esto? Si <strong>la</strong><br />

literatura realmente nos hacía mejores, sin duda no lo lograba en <strong>la</strong> forma directa en que una<br />

excesiva euforia había supuesto. Se podía examinar <strong>la</strong> "gran tradición" de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> inglesa y pensar<br />

que estaba uno tratando cuestiones de valor fundamental, cuestiones de vital importancia, para <strong>la</strong>s<br />

vidas de hombres y mujeres desperdiciadas en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores estériles de <strong>la</strong>s fábricas propiedad del<br />

capitalismo. Pero también podría pensarse que con esos estudios se pierden de vista, en forma<br />

destructiva, seres humanos para quienes resulta difícil comprender cómo un encabalgamiento<br />

poético se refleja en un equilibrio de orden físico.<br />

Aquí conviene mencionar que los arquitectos de los estudios de letras inglesas provenían<br />

del sector bajo de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se media. No conformistas, provincianos, muy trabajadores, moralmente<br />

conscientes, el personal de Scrutiny y sus simpatizadores no tenían dificultad para dar en el b<strong>la</strong>nco<br />

cuando juzgaron el diletantismo frívolo de los caballeros de c<strong>la</strong>se alta que ocupaban <strong>la</strong>s cátedras de<br />

literatura en <strong>la</strong>s más antiguas universidades. No eran personas con quienes pudieran entenderse. El<br />

hijo de un tendero o de un pañero no podía sentirse especialmente inclinado a respetarlos como<br />

pertenecientes a <strong>la</strong> élite social que los había excluido de <strong>la</strong>s viejas universidades. Si <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se media<br />

baja ve con resentimiento a <strong>la</strong> decadente aristocracia, hace también todo lo posible por distinguirse<br />

de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se obrera, a cuyo seno (peligro siempre presente) puede descender. Scrutiny surgió de esta<br />

ambivalencia social: radicalismo en lo referente al establishment literario académico, mentalidad<br />

estrecha -de corrillo- en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong>s masas popu<strong>la</strong>res. Su encarnizada preocupación por <strong>la</strong>s<br />

normas establecidas retaba a los patricios diletantes para quienes Walter Savage Landor, a su<br />

manera, encerraba tantos atractivos como John Milton, y, al mismo tiempo, sometía a un penetrante<br />

escrutinio a quienes por fuerza deseaban participar en el juego. Con ello se logró una decidida<br />

unidad en los objetivos, sin <strong>la</strong> contaminación proveniente, por un <strong>la</strong>do, de <strong>la</strong> trivialidad de los<br />

―catadores‖ y, por el otro, de <strong>la</strong> chabacanería de <strong>la</strong>s ―masas‖. La pérdida consistió en un<br />

ais<strong>la</strong>cionismo innato: Scrutiny se convirtió en élite a <strong>la</strong> defensiva que, como los románticos, se<br />

consideraba central cuando en realidad era periférica; que se consideró el ―verdadero‖ Cambridge<br />

cuando el verdadero Cambridge hacía todo lo posible por cerrarle <strong>la</strong> entrada a los puestos<br />

académicos, que consideraba vanguardia de <strong>la</strong> civilización cuando loaba nostálgicamente <strong>la</strong><br />

integridad orgánica de los campesinos del siglo XVII.<br />

El único hecho palpable re<strong>la</strong>cionado con <strong>la</strong> sociedad orgánica, como ya comentó Raymond<br />

Williams, es que siempre se ha dado por desaparecida. 17 Las sociedades orgánicas no pasan de<br />

mitos útiles para atacar <strong>la</strong> vida mecanizada del capitalismo industrial moderno. Incapaces de<br />

ofrecer una alternativa política a ese orden social, los de Scrutiny ofrecieron una alternativa<br />

histórica, cosa que con anterioridad ya habían hecho los románticos. Insistían por supuesto, en que<br />

no era posible un retorno a <strong>la</strong> edad de oro considerada literalmente, en lo cual ya habían caído en <strong>la</strong><br />

17 Véase The Country and the City (Londres, 1973), pp. 9-12.<br />

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