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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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V. PSICOANÁLISIS<br />

En los últimos capítulos mencioné algo sobre <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción entre el desarrollo de <strong>la</strong> teoría<br />

moderna y <strong>la</strong> agitación política e ideológica del siglo XX. Ahora bien, ese tumulto no se reduce a<br />

guerras, recesiones económicas y revoluciones; también lo experimentan quienes participan en él en<br />

forma directamente personal. Se trata de una crisis de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones humanas y de <strong>la</strong> personalidad<br />

humana, y también de una convulsión social. Por supuesto, no quiere decirse con esto que <strong>la</strong><br />

ansiedad, el temor a <strong>la</strong> persecución y <strong>la</strong> fragmentación del yo sean experiencias específicas de <strong>la</strong><br />

época que va desde Matthew Arnold hasta Paul De Man: aparecen en toda <strong>la</strong> historia escrita. Lo que<br />

quizá sí sea significativo es que en ese período dichas experiencias se reorganizaron en forma<br />

distinta para constituir un campo sistemático de conocimiento. Este campo de conocimiento se<br />

denomina psicoanálisis, y fue desarrol<strong>la</strong>do por Sigmund Freud, en Viena, a fines del siglo XIX.<br />

Deseo hacer un breve resumen de <strong>la</strong>s doctrinas de Freud.<br />

"En última instancia, <strong>la</strong> motivación de <strong>la</strong> sociedad humana es de carácter económico". Esto<br />

no lo dijo Marx sino Freud en sus Conferencias sobre <strong>la</strong> Introducción al Psicoanálisis. Lo que hasta <strong>la</strong><br />

fecha ha dominado <strong>la</strong> historia humana es <strong>la</strong> necesidad de trabajar: para Freud esta dura necesidad<br />

significa que hemos de reprimir algunas de nuestras tendencias al p<strong>la</strong>cer y a lo que nos agrada. Si<br />

no tuviéramos que trabajar para sobrevivir, quizá nos pasaríamos el día sin hacer nada. Todo ser<br />

humano tiene que someterse a esta represión de lo que Freud denominó "principio del p<strong>la</strong>cer"<br />

mediante el "principio de <strong>la</strong> realidad", pero para algunos de nosotros -quizá también para<br />

sociedades enteras— <strong>la</strong> represión puede ser excesiva y provocar enfermedades. A veces nos<br />

sentimos dispuestos a renunciar al p<strong>la</strong>cer hasta un grado heroico, pero generalmente lo hacemos<br />

con <strong>la</strong> astuta esperanza de que si posponemos un p<strong>la</strong>cer inmediato al final lo alcanzaremos, y quizá<br />

con mayor intensidad. Estamos preparados a sobrellevar <strong>la</strong> represión mientras veamos que eso<br />

tiene alguna ventaja; pero si se nos exige demasiado es probable que nos enfermemos. Este tipo de<br />

enfermedad se l<strong>la</strong>ma neurosis; y puesto que, como ya dije, todo ser humano debe ser reprimido<br />

hasta cierto punto, es posible considerar a <strong>la</strong> especie humana —en pa<strong>la</strong>bras de un estudioso de<br />

Freud- como el "animal neurótico". Es importante ver que esa neurosis se re<strong>la</strong>ciona con lo que, como<br />

especie, tenemos de creativo, y también con <strong>la</strong>s causas de nuestra infelicidad. <strong>Una</strong> forma de hacer<br />

frente a los deseos que no podemos realizar consiste en ―sublimarlos‖, con lo cual Freud quiere decir<br />

que debemos orientarlos hacia un fin de mayor valor social. Podemos encontrar una salida<br />

inconsciente para <strong>la</strong>s frustraciones sexuales en <strong>la</strong> construcción de puentes o catedrales. Según<br />

Freud, a esta sublimación se debe el surgimiento de <strong>la</strong> civilización al orientar nuestros instintos a<br />

esas metas más elevadas y sujetarlos a el<strong>la</strong>s, se crea <strong>la</strong> historia cultural.<br />

Si Marx consideró <strong>la</strong>s consecuencias de nuestra necesidad de trabajar en función de <strong>la</strong>s<br />

re<strong>la</strong>ciones sociales, de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses sociales y de <strong>la</strong>s formas políticas que ello implica, Freud se fija en<br />

sus consecuencias para <strong>la</strong> vida psíquica. La paradoja o contradicción en que se basa su obra consiste<br />

en que llegamos a ser lo que somos sólo a través de una represión en gran esca<strong>la</strong> de los elementos<br />

que intervinieron en nuestra formación. Por supuesto, no tenemos conciencia de ello, como<br />

tampoco, según Marx, ni hombres ni mujeres tienen generalmente conciencia de los procesos<br />

sociales que determinan sus vidas. Ciertamente por definición no podríamos tener conciencia de<br />

esos hechos, pues el lugar donde relegamos los deseos que no podemos satisfacer recibe el nombre<br />

de inconsciente. Ahora bien, inmediatamente se p<strong>la</strong>ntea esta cuestión ¿a qué se debe que el ser<br />

humano —no los caracoles ni <strong>la</strong>s tortugas— sea el animal neurótico? Quizá sólo se trate de una<br />

mera idealización romántica de estos animales, los cuales podrían ser ocultamente mucho más<br />

neuróticos de lo que pensamos. Con todo, para quien observa <strong>la</strong>s cosas desde fuera, dan <strong>la</strong><br />

impresión de estar bastante bien equilibrados, aun cuando se hayan registrado uno o dos casos de<br />

parálisis histérica.<br />

Un rasgo que distingue los seres humanos de los demás animales es que por razones de<br />

evolución nacemos casi enteramente desvalidos y dependemos completamente para sobrevivir de<br />

los cuidados de miembros más maduros de <strong>la</strong> especie, por lo general nuestros padres. Todos<br />

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