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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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cuando caemos en <strong>la</strong> cuenta de que <strong>la</strong>s obras <strong>literaria</strong>s propiamente dichas pueden considerarse<br />

como actos del hab<strong>la</strong> o como imitación de ellos. Puede parecer que <strong>la</strong> literatura describe el mundo<br />

—y algunas veces esto es lo que en realidad sucede—, pero su verdadera función es ―actuante‖ o<br />

―ejecutante‖: emplea el lenguaje valiéndose de ciertos recursos convencionales a fin de producir<br />

ciertos efectos en el lector. Logra esto o aquello en el acto de decirlo: es lenguaje a manera de<br />

práctica material; es discurso a manera de acción social. Al considerar proposiciones constantes o<br />

dec<strong>la</strong>raciones referentes a <strong>la</strong> verdad o falsedad de alguna cosa, tendemos a suprimir su realidad y<br />

efectividad como acciones por propio derecho. La literatura nos devuelve, en forma por demás<br />

intensa, ese sentido de <strong>la</strong> actuación o ejecución lingüística, pues carece de importancia el que<br />

aquello que dec<strong>la</strong>ra existente en realidad exista o no exista.<br />

La teoría del hab<strong>la</strong> como acto encierra problemas, en sí y como modelo de <strong>la</strong> literatura. No<br />

queda c<strong>la</strong>ro si <strong>la</strong> teoría puede, en último término, evitar introducir de contrabando al ―antiguo<br />

sujeto destinatario‖ de que hab<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> fenomenología, con el objeto de afianzarse a sí misma,<br />

además, sus preocupaciones con el lenguaje parecen enfermizamente jurídicas, una cuestión<br />

referente a quien está autorizado para decir que cosa a quien y en que condiciones. 11 El objeto del<br />

análisis de Austin es, lo dice él mismo, el acto total del hab<strong>la</strong> en <strong>la</strong> situación total del hab<strong>la</strong>. Ahora<br />

bien, Bajtín muestra que en tales actos y situaciones intervienen más factores de lo que supone <strong>la</strong><br />

teoría del hab<strong>la</strong> como acto. Resulta asimismo peligroso tomar situaciones del hab<strong>la</strong> viva como<br />

modelos para <strong>la</strong> literatura. Los textos literarios, por supuesto, no son literalmente actos del hab<strong>la</strong>: en<br />

realidad F<strong>la</strong>ubert no me está hab<strong>la</strong>ndo cuando lo leo. Para asignarles algún nombre, podría decirse<br />

que son ―seudoactos‖ o ―actos virtuales‖ del hab<strong>la</strong>, ―imitaciones‖ de actos del hab<strong>la</strong>, y como tales y<br />

por ser defectuosos y ―carentes de seriedad‖, el propio Austin los desechó. Richard Ohmann<br />

considera esta característica del texto literario —que imita o representa actos del hab<strong>la</strong> que nunca<br />

sucedieron— como una forma de definir <strong>la</strong> literatura propiamente dicha, aun cuando de hecho no<br />

abarque todo lo que comúnmente se supone que denota <strong>la</strong> "literatura". 12 Considerar el discurso<br />

literario en función de los sujetos humanos no equivale, en primer lugar, a considerarlo en función<br />

de sujetos humanos reales: el verdadero autor histórico, un lector histórico específico, etc. Puede ser<br />

importante el estar enterado de estas cosas; pero una obra <strong>literaria</strong> no es en realidad ni diálogo ni<br />

monólogo "viviente". Es una pieza de lenguaje desprendida de una re<strong>la</strong>ción "viviente" específica,<br />

con lo cual queda sujeta a <strong>la</strong>s "reinscripciones" y reinterpretaciones de infinidad de lectores. La obra<br />

por sí misma no puede "prever" su propia historia de futuras interpretaciones, no puede contro<strong>la</strong>r<br />

ni delimitar esas interpretaciones, cosa que nosotros sí podemos hacer, o al menos intentar, cuando<br />

cara a cara sostenemos una conversación. Su "anonimato" es parte de su misma estructura y no sólo<br />

un desafortunado accidente. En este sentido, ser ―autor‖ —el "origen de los significados propios,<br />

con "autoridad" sobre ellos— es un mito.<br />

Aun así, una obra <strong>literaria</strong> puede ser considerada como constructora de lo que se ha<br />

denominado "posiciones sujeto". Homero no previó que yo, personalmente, leería sus poemas, pero<br />

su lenguaje, por virtud de <strong>la</strong>s formas en que está construido, inevitablemente ofrece ciertas<br />

―posiciones‖ para el lector, ciertos puestos de observación favorablemente situados desde los cuales<br />

puede ser interpretado. Comprender un poema significa aprehender su lenguaje como ―orientado‖<br />

hacia el lector desde una serie o gama de posiciones: al leer, e<strong>la</strong>boramos un sentido referente a <strong>la</strong><br />

c<strong>la</strong>se de efectos que este lenguaje desea lograr ("intención"), sobre los recursos retóricos que consideró<br />

apropiados, sobre <strong>la</strong>s suposiciones que rigen los tipos de táctica poética que emplea, sobre <strong>la</strong>s<br />

actitudes frente a <strong>la</strong> realidad que ello implica. Nada de esto tiene que ser idéntico a <strong>la</strong>s intenciones,<br />

actitudes y suposiciones de quien de hecho es autor histórico en el momento de escribir, lo cual<br />

resulta obvio si uno se propone leer Songs of innocence and experience, de William B<strong>la</strong>ke, como<br />

expresión del propio William B<strong>la</strong>ke. Quizá no sepamos nada sobre el autor; también pudiera ser<br />

que <strong>la</strong> obra haya tenido varios autores (¿quién fue el "autor" del libro de Isaías o de Casab<strong>la</strong>nca?).<br />

También puede suceder que ser autor aceptable en una sociedad determinada equivalga a escribir<br />

11 Véase Jacques Derrida, “Limited Inc.”, en Glyph 2 (Baltimore y Londres, 1977).<br />

12 Véase Richard Ohmann, “Speach Acts and the Definition of Literature”, Philosophy and Rhetoric 4 (1971).<br />

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