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Una introducción a la teoría literaria - Exordio

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interrupción de <strong>la</strong> creencia doctrinal en un mundo cada vez más ideológico. La desconstrucción no<br />

considera <strong>la</strong> realidad social menos como si estuviera determinada opresivamente, sino más bien<br />

como un débil tejido de indecisión que se extiende hasta el horizonte. La literatura no se contenta,<br />

como afirmaba <strong>la</strong> Nueva Crítica, con ofrecer una alternativa enc<strong>la</strong>ustrada frente a <strong>la</strong> historia<br />

material, sale a colonizar esa historia, <strong>la</strong> reescribe según su propia imagen, considera el hambre, <strong>la</strong>s<br />

revoluciones, los partidos de fútbol y los vinos de honor como otros tantos textos aun más<br />

indecidibles. Como <strong>la</strong>s personas prudentes no tienden a actuar en situaciones cuya significación no<br />

aparezca razonablemente c<strong>la</strong>ra, ese punto de vista no deja de influir en el estilo de vida social y<br />

política. Sin embargo, como <strong>la</strong> literatura es el privilegiado paradigma de toda esa indeterminancia,<br />

<strong>la</strong> retirada de <strong>la</strong> Nueva Crítica hacia el texto literario puede reproducirse mientras <strong>la</strong> crítica extiende<br />

su mano vengadora sobre el mundo y lo vacía de todo significado. En tanto que teorías <strong>literaria</strong>s<br />

anteriores consideraban que <strong>la</strong> experiencia era evasiva, evanescente y muy ambigua, ahora se aplican<br />

esos calificativos al lenguaje. Los términos han cambiado, pero buena parte de <strong>la</strong> cosmovisión ha<br />

permanecido notablemente igual.<br />

Aquí no se trata, como en el caso de Bajtín, del lenguaje como ―discurso‖: <strong>la</strong> obra de Jacques<br />

Derrida ve tales cuestiones con absoluta indiferencia. En buena parte, de ahí proviene su obsesión<br />

con <strong>la</strong> ―indecisión‖. El significado bien puede ser, en última instancia, "indecidible", si se considera<br />

el lenguaje contemp<strong>la</strong>tivamente, como una cadena de significantes colocados en una página, se<br />

vuelve ―decidible‖ y recuperan parte de su fuerza pa<strong>la</strong>bras como ―verdad‖, ―realidad‖,<br />

―conocimiento‖ y ―certeza‖ cuando se considera el lenguaje como algo que hacemos,<br />

inextricablemente entretejido con nuestras formas prácticas de vivir. Por supuesto, esto no significa<br />

que el lenguaje se vuelva fijo y luminoso por el contrario, se vuelve aun más complejo y conflictivo<br />

que el más ―desconstruido‖ de los textos literarios. Sucede que entonces si podemos ver —en forma<br />

más bien práctica que académica— lo que contaría como certeza decisiva, determinante y<br />

persuasiva, a <strong>la</strong> vez que verdadera, falsificadora y todo lo demás, más aun, podemos ver lo que<br />

interviene, por encima del lenguaje propiamente dicho, en esas definiciones. La desconstrucción<br />

anglonorteamericana en buena parte hace caso omiso de esta esfera de verdadera lucha, y prosigue<br />

revolviendo sus textos críticos cerrados. Estos textos son cerrados precisamente porque están<br />

vacíos: poco puede hacerse con ellos, excepto admirar <strong>la</strong> forma imp<strong>la</strong>cable con que se diluyeron<br />

todas <strong>la</strong>s partícu<strong>la</strong>s positivas de significado textual. Esta dilución es obligatoria en el juego<br />

académico de <strong>la</strong> desconstrucción: podemos estar seguros de que si nuestra exposición crítica de un<br />

texto realizada por otra persona dejó en sus páginas una pizca de significado ―positivo‖, alguien<br />

más vendrá, a su vez, a desconstruirnos. Esta desconstrucción es un juego de poder, <strong>la</strong> imagen<br />

reflejada en un espejo de <strong>la</strong> competencia académica ortodoxa. En ese momento, cuando se da un<br />

giro religioso a <strong>la</strong> antigua ideología, se logra <strong>la</strong> victoria mediante <strong>la</strong> kenosis o autovaciamiento gana<br />

quien logra deshacerse de todos sus naipes para quedar con <strong>la</strong>s manos vacías.<br />

La desconstrucción anglonorteamericana podría representar <strong>la</strong> última etapa de un<br />

escepticismo liberal bien conocido en <strong>la</strong>s historias modernas de ambas sociedades, pero lo que<br />

sucede en Europa es algo más complejo. Cuando los años sesenta dieron paso a los setenta, cuando<br />

los carnavalescos recuerdos de 1968 se borraron y el capitalismo mundial tropezó con <strong>la</strong> crisis<br />

económica, algunos de los postestructuralistas franceses, originalmente asociados con Tel Quel,<br />

publicación <strong>literaria</strong> de vanguardia, pasaron del maoísmo militante a un estridente anticomunismo.<br />

El postestructuralismo en <strong>la</strong> Francia de los años setenta pudo con tranquilidad de conciencia ensalzar<br />

a los mul<strong>la</strong>hs iraníes, y a<strong>la</strong>bar a Estados Unidos como el único oasis de <strong>la</strong> libertad y del<br />

pluralismo en un mundo regimentado; además, recomendó diversas marcas de ominoso misticismo<br />

como solución de los males humanos. Si Saussure hubiera podido prever a lo que dio lugar,<br />

probablemente se habría concretado a estudiar <strong>la</strong>s formas del genitivo de <strong>la</strong> lengua sánscrita.<br />

Como todas <strong>la</strong>s historias, <strong>la</strong> narrativa postestructuralista tiene dos caras. Si los<br />

desconstruccionistas norteamericanos pensaban que su empresa textual era fiel al espíritu de<br />

Jacques Derrida, el propio Jacques Derrida se encontró entre quienes no estuvieron de acuerdo con<br />

ellos. Algunas de <strong>la</strong>s formas en que los norteamericanos aplican <strong>la</strong> desconstrucción, apunta<br />

Derrida, sirven para asegurar "una c<strong>la</strong>usura institucional" al servicio de los intereses dominantes<br />

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