Una introducción a la teorÃa literaria - Exordio
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incorporarse fácilmente a <strong>la</strong> institución <strong>literaria</strong>, encantada de dar <strong>la</strong> bienvenida a Hijos y amantes, e<br />
incluso, de vez en cuando, a Robert Tressell.<br />
Estas áreas no equivalen a opciones cuando se trata del estudio de Shakespeare o de Proust.<br />
Si el estudio de <strong>la</strong>s obras de esos escritores pudiera adquirir tanta energía, tanto apremio y<br />
entusiasmo como <strong>la</strong>s actividades que acabo de mencionar, <strong>la</strong> institución <strong>literaria</strong> debería regocijarse<br />
en vez de <strong>la</strong>mentarse. Pero es dudoso que tal cosa pueda suceder cuando los textos a que nos<br />
referimos están herméticamente ais<strong>la</strong>dos de <strong>la</strong> historia, sujetos a un estéril formalismo crítico y<br />
piadosamente envueltos en verdades eternamente utilizadas para confirmar prejuicios que<br />
cualquier estudiante medianamente dotado consideraría objetables. La liberación de Shakespeare y<br />
de Proust de tales restricciones bien puede acarrear <strong>la</strong> muerte de <strong>la</strong> literatura, pero también puede<br />
llegar a redimir<strong>la</strong>.<br />
Pondré punto final a esta alegoría. Sabemos bien que el león es más fuerte que el domador, y<br />
también lo sabe el domador. El problema radica en que el león no se ha enterado de ello. No es algo<br />
tirado de los cabellos pensar que <strong>la</strong> muerte de <strong>la</strong> literatura puede ayudar a que el león despierte.<br />
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